Elmer Cuba

El profesor llegó al gobierno en las filas del partido Perú Libre. Un partido de de ideología autoritaria, populista y profundamente estatista. Ello queda claro al revisar el plan de gobierno presentado en la campaña, así como el discurso político en la campaña misma.

En esta última, logró el respaldo de los sectores más pobres del país. Aquellos con menores activos, menores ingresos y menor acceso a todos los servicios públicos. Por primera vez, un representante de “los nadies” llegaba al poder (nombre que también se usó en la campaña). Ello queda claro al revisar los distritos donde ganó en primera y segunda vuelta.

Al no obtener mayorías en el Congreso, no pudo llevar a cabo su plan de gobierno. Sin embargo, obtuvo los suficientes votos para no ser vacado del poder. Unos en las urnas y otros a través de diversos mecanismos de acceso a recursos públicos (‘Los Niños’). De tal modo que su estabilidad parece estar asegurada indefinidamente hasta el fin de su mandato o, por lo menos, hasta que ya no les resulte útil a los grupos políticos que lo sostienen en el poder.

En corto, hoy en día Castillo no tiene la fuerza suficiente para llevar a cabo una asamblea constituyente, pero sí la fuerza suficiente para permanecer en el poder.

Lamentablemente, para sus votantes y para todo el país, su desempeño en el puesto viene siendo deplorable. Bajo el marco constitucional vigente en los últimos 30 años, es el primer presidente al que la fiscalía le abre varios procesos de investigación por corrupción. En el lado ejecutivo también viene batiendo récords. Cerca de 70 ministros en solo 14 meses, lleva a la escalofriante cifra de casi 1,2 ministros por semana. No hay gestión institucional que no se deteriore y soporte esta elevada volatilidad en los máximos puestos de la administración pública.

El gobierno con “color, olor y sabor a pueblo”, como se dijo en campaña y en los primeros meses de gobierno, ha resultado un fiasco. El pueblo peruano ha obtenido un gobierno que presenta serios problemas de eficacia y eficiencia, así como de corrupción.

¿Es un gobierno de izquierda? Sí. Esto puede no gustarles a ciertas personas progresistas democráticas, pero ese es un asunto personal.

Primero, tiene el soporte de Perú Libre y Juntos por el Perú, los partidos que se mantienen con inscripción, es la izquierda realmente existente en la política activa.

Tuvo como primeros ministros a Guido Bellido y a Mirtha Vásquez. ¿Alguien puede decir que ellos no son de izquierda? Mantiene al premier Aníbal Torres, quien maneja una narrativa populista de izquierda básica.

Tuvo (y tiene) a dos ministros de de pensamiento izquierdista, como es el caso de Pedro Francke y Kurt Burneo, quien desde la izquierda apoyó a Toledo y Humala, respectivamente, en sus primeros años de gobierno.

Por último, en el plano de las políticas laborales, viene siguiendo sistemáticamente, desde que comenzó el gobierno, una política de destrucción de nuevos empleos formales que, como en el caso de la tercerización, puede hacer sonrojar hasta a la OIT. Esta última política, como se trató en una columna anterior, no es un avance en la protección de los derechos de los trabajadores; es una intromisión en el centro de las decisiones empresariales, con elevados costos para la economía.

Convengamos entonces que se trata de un mal gobierno de izquierdas. No es el que nos gustaría tener (no es Ricardo Lagos ni José Mujica) y menos es el que mejorará la situación de los más pobres del país.

También tiene a otro grupo de ministros que lo acompañan en diversas aventuras de avance y defensa de sus intereses particulares. Pero esa es otra historia.

En el plano económico, las expectativas empresariales han estado persistentemente en terreno negativo desde que Castillo asumió el gobierno. A diferencia de otros choques que fueron –por definición– transitorios, como la gran recesión del 2008, la caída de los términos del intercambio del 2014, el fenómeno de El Niño costero del 2017 o la crisis del COVID-19 y el confinamiento económico del 2020.

Ello está llevando a que la economía peruana deje de ser la estrella de crecimiento de la región para parecerse más al crecimiento promedio. Algo que resulta negativo para nuestro desarrollo económico, al tener todavía un PBI per cápita por debajo del promedio regional.

De mantener un crecimiento promedio de entre 2% y 2,5% el resto de su mandato, las utilidades aumentarán, pero los salarios reales permanecerán estancados y la pobreza también.

Elmer Cuba es economista, socio de Macroconsult

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