Vít Jedlička es un ciudadano checo que ha aparecido tímidamente en las noticias en los últimos meses. Bien podría pasar a la historia o al olvido. Es el fundador de Liberland.
Liberland es un micropaís (de solo 7 kilómetros cuadrados) situado en un territorio en la frontera entre Croacia y Serbia no reclamado por ninguno de los dos países. Fue proclamado por el propio Jedlička como un nuevo país el 13 de abril del 2015.
En los hechos, Liberland aún no existe. Es un territorio deshabitado y no está claro si tendrá reconocimiento internacional. Uno se hace liberlandiano llenando una aplicación y afiliándose a sus principios (si quiere aplicar, puede entrar a la siguiente página: https://liberland.org/en/main/). Eso sí, no se aceptan ni comunistas, ni nazis ni otros. Hay más de 300.000 aplicaciones para ser ciudadanos. Si todos se mudaran a Liberland, no está claro si entrarían en su territorio.
El gobierno sería mínimo (tendría entre 10 y 20 miembros elegidos por votación electrónica). No habría restricciones migratorias ni aduanas. Fomentaría la competencia libre de monedas (no habría un Banco Central ni nada parecido). Su lema es: “Vivir y dejar vivir”. Es un país sin regulaciones ineficientes ni impuestos, en el que el gobierno está prohibido, por la Constitución, de endeudarse.
A pesar de que suene curioso, Liberland no es el primer caso de microestado autoproclamado libre. Existen diversas experiencias de las llamadas charter cities o su variante, las free cities. Son territorios pequeños que han establecido su propio estatuto legal, independiente del de un Estado o país convencional. La idea es que un territorio pequeño requiere de un gobierno pequeño y asegura un mayor nivel de libertad al que los individuos se afilian voluntariamente en lo que sería casi un contrato. En ocasiones estas organizaciones son fundadas desde un origen como tales. En otras, como ha ocurrido con varios municipios de California, estos se transforman en ciudades independientes de manera posterior. Un caso notable ha sido el de Hong Kong. Hay experiencias similares en China y son parte de la explicación de su crecimiento económico espectacular.
Y este fenómeno no es tan lejano. Honduras aprobó, mediante una reforma constitucional, un sistema de charter cities (bajo el nombre de Zona de Empleo y Desarrollo Económico –ZEDE–) en el que las empresas puedan desarrollar ciudades con su propio sistema político, judicial, económico y administrativo. Su lógica se orienta al libre mercado, buscando atraer inversión y generar empleo en zonas poco pobladas. Además un municipio puede convertirse en una ZEDE mediante un referéndum en el que vote la población.
En realidad, las free cities, charter cities, ciudades modelo, ZEDE, o como se les quiera llamar, parten de un principio que funciona en los mercados y que no tendría por qué no funcionar con las organizaciones políticas: la competencia. Estas organizaciones pueden competir por atraer ciudadanos y empresas.
Además, como en los mercados, crean diversidad. Usted puede elegir entre distintos teléfonos celulares, con más o menos tecnología y aditamentos, a una variedad de precios. Una diversidad de ciudades como las descritas pueden ofrecer marcos legales y organizaciones políticas diferentes. Usted podrá escoger vivir en una ciudad ambientalmente amigable o industrializada, sin impuestos pero con menores servicios o con impuestos altos y muchos servicios públicos. Puede decidir, si consigue con quien juntarse, vivir en un estado comunista. O puede escoger el más liberal de los mundos. Será la calidad de vida y sus propias preferencias las que decidirán. Ya no será tan importante votar con votos, sino con sus pies. Así como puede cambiar de marca de reloj, si donde vive no le gusta, siempre podrá mudarse a un lugar distinto.