Javier Díaz-Albertini

La no es un concepto muy afín al análisis sociológico. El azar, lo contingente, las coincidencias no son elementos ampliamente considerados en una disciplina que se jacta de ser “ciencia”. Es decir, que cree que las cuestiones suceden porque hay un orden racional que las explica y predice. Podemos definir la suerte como acontecimientos impredecibles que tienen consecuencias positivas o negativas.

La sociología ha sido muy reacia a incorporar hechos fortuitos en sus análisis. La suerte y lo azaroso se lo dejábamos a los antropólogos, cuando investigaban culturas premodernas rodeadas de supersticiones. La sociología y la economía prefieren visualizar la sociedad humana como consecuencia de fuerzas estructurales invisibles, pero recias.

Estudios recientes, sin embargo, tienden a mostrar que la suerte juega un papel importante en algunas interacciones sociales. Hay quizás dos áreas en las que aparece con fuerza en el análisis sociológico: la desigualdad y la .

Un estudio realizado en España muestra que, más allá del nivel de educación, el primer trabajo de un joven juega un papel esencial en su futuro. Lo común es que los jóvenes postulen a puestos con muy poca información. Es decir, es cuestión de suerte conseguir el trabajo propicio, lo que cuestiona explicaciones estrictamente meritocráticas. No importa cuán competitivo haya sido el reclutamiento. El postulante suertudo ingresa a un medio propicio para el desarrollo personal, mientras que el otro se encuentra en un empleo con poco futuro y posibilidades de movilidad. Como cada proceso de postulación es bastante oneroso, es poco probable que cambie una vez que conozca las condiciones adversas en la empresa. En términos de, la familia en la que naces tiene un enorme peso en la futura movilidad. De nuevo, pura suerte.

En términos de la movilidad social, parece que funciona el dictamen de Woody Allen: “el 80% del éxito es presentarse”. Estar en el lugar y en el momento correcto. Esto es evidente en la “suerte” de haber nacido en una clase social. En una realidad poco estructurada, como la nuestra, el azar tiene mayor peso (pregúntele a Dina Boluarte cómo llegó a ser presidenta) que los méritos.

Si es así, ¿cómo incluimos lo impredecible en el análisis sociológico-racional? Una forma es estudiar cuán importante es la suerte para la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, cerca de un 20% de los peruanos cree que, para el éxito, es más importante la suerte que trabajar duro. La segunda es estudiar las características de aquellos que creen más en la suerte. En tercer lugar, analizar aquellas situaciones más propensas a ser afectadas por la suerte y el azar.






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Javier Díaz-Albertini es Ph. D. en Sociología