Nuevo Perú con viejas ideas, por Federico Salazar
Nuevo Perú con viejas ideas, por Federico Salazar
Federico Salazar

Lo nuevo no se hace con lo viejo. Se lo tenemos que decir a Verónika Mendoza, que ha lanzado, desde el Cusco, el movimiento Nuevo Perú.

Saludamos el intento de hacer un nuevo movimiento de izquierda. Saludamos, en realidad, una nueva izquierda. 

Verónika Mendoza tiene muchas virtudes como candidata y lideresa. Ojalá liderara el cambio en la izquierda. Ella plantea un cambio en la forma de hacer partido con miras a las elecciones. Es un cambio saludable.

La izquierda, sin embargo, debería encarar un cambio no solo partidario, sino ideológico. La izquierda debe cambiar su evaluación del pasado. 

No creo que haya mucha novedad en una izquierda que no revise la historia. Reclamamos a la izquierda, por ejemplo, una revisión de su interpretación de lo que fue la caída del muro de Berlín. 

Debe haber una izquierda con una nueva idea sobre Fidel Castro y su dictadura de cuatro décadas, con su cuenta de fusilamientos de adversarios y de prisioneros políticos.

Reclamamos a la izquierda que quiere ser nueva una condena firme y sin compromiso de la dictadura de Nicolás Maduro. Una crítica al secuestro que ha hecho del Congreso, impidiendo el cumplimiento de sus decisiones a través de un órgano de control por encima del Congreso.

Verónika Mendoza podría dar el gran salto de modernización de la izquierda. No da señales, sin embargo, de que quiera dar ese paso revolucionario. Por ahora se queda en la vieja izquierda.

Al lanzar el movimiento Nuevo Perú, ha hecho un planteamiento que es parte del pasado menos democrático de la izquierda peruana. Ha planteado “una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución” (“La República”, 3.12.16, p. 11).

Las izquierdas siempre se identifican con los cambios, y eso no está mal. Una cosa, sin embargo, es cambiar un resultado y otra, muy distinta, cambiar el medio para lograrlo.

Una Asamblea Constituyente implica cambiar el instrumento para la reforma constitucional. Ese instrumento es lo contrario al orden constitucional. Es el orden constitucional lo que sostiene la democracia en el largo plazo.

Para cambiar la Constitución dentro del orden constitucional se debe hacer la reforma con los mecanismos establecidos por la Constitución. 

Para eso, sin embargo, se requiere una mayoría calificada en el Congreso. Otra vía es convencer a las distintas bancadas de la necesidad de cada reforma. Es difícil, pero es justamente el requisito de la democracia: votos y persuasión.

La señora Mendoza, sin embargo, dice que “nosotros no queremos parches ni maquillajes. Queremos un cambio profundo.” (“Diario Uno”, 3.12.16, p. 5). Señala que esa nueva Constitución debe ser fruto del debate, de la lucha, de las esperanzas de la gente, de los pueblos.

Pero, ¿cómo debatiríamos todo el ordenamiento constitucional entre treinta millones de peruanos? ¿Cuánto nos demoraríamos? ¿Qué métodos usaríamos? 

Lo que plantea la señora Mendoza es lo mismo que hizo el fujimorismo en 1993: hacer una nueva Constitución a imagen y semejanza de la mayoría del momento. Ese planteamiento nos dejó la Constitución que tenemos hoy.

Para cambiar la Constitución acordada en el fujimorismo no se puede optar por el mismo instrumento fujimorista: la Asamblea Constituyente, que en ese momento se llamó CCD (Congreso Constituyente Democrático).

Y, entonces, ¿cómo salimos de la Constitución del 93? El único camino no-fujimorista es la reforma pieza por pieza. Para ello hay que ganar elecciones para el Congreso. Para ello hay que convencer a la población y a los partidos de la necesidad de cada cambio.

Es un proceso más lento, sin duda, y más exigente. Tiene la ventaja, sin embargo, de permitir una verificación de resultados por etapas. Permite una fiscalización puntual del mandato. Sobre todo, mantiene la continuidad constitucional.

El movimiento Nuevo Perú recién empieza. Ojalá descarten la vieja idea de la Asamblea Constituyente. Y ojalá hagan planteamientos nuevos.

Le deseamos suerte a Verónika Mendoza y a su novel movimiento en el empeño de mejorar el Perú.