Esta columna tiene spoilers menores del filme “Elvis”
No podemos evitar enamorarnos. Entre explosiones de colores, ‘glamour’ y mucho rock and roll, hace su llegada a la lista de nominadas al Oscar una nueva entrega del director australiano Baz Luhrman. Esta vez, la biografía de uno de los más grandes íconos de la música a nivel mundial: “Elvis”. Una historia que rinde homenaje a su inmensa trayectoria, pero también al lado más humano que escondía su ostentosa pero trágica vida.
No se puede hablar del filme sin primero mencionar lo que, evidentemente, se lleva el reconocimiento mayor. Desde que vi la película en pantalla grande supe que el impecable trabajo -y acaso el más importante hasta ahora en su carrera- de interpretación que realiza Austin Butler sería digno de la temporada de premios. Y es que no es para menos, después de casi dos años de preparación para llegar a parecerse al cantante, Butler ha alcanzado –incluso estando algo lejos del parecido físico– lo que pocos actores logran cuando protagonizan un ‘biopic’: ser uno con el personaje. El entrenamiento empezó desde aprender cada gesto y movimiento cotidiano, una perfecta imitación de sus icónicos bailes, sus formas de entonar melodías y hasta su manera de hablar, detalle que hasta el día de hoy conserva como propio y podemos verlo en cualquier entrevista. No sorprende, entonces, que Butler ya se haya llevado a casa el Golden Globe por Mejor Actor en una Película de Drama, sino que también, junto al entrañable Brendan Fraser, encabece la lista de los favoritos a la estatuilla de la Academia.
El siguiente punto clave es el sello del director: Luhrman nos ofrece una fiesta en la que los elementos coloridos, los collages de escenas y la música con diferentes efectos especiales nos transportan a un universo similar a los que vimos en “Moulin Rouge” o “The Great Gatsby”. En esta ocasión, la banda sonora del rey del rock and roll es una preciosa invitación al público para revivir con nostalgia –aunque varios no seamos de la época, pero la vivamos como propia– los años de oro de la década de los 50 que vio nacer a una de las mayores estrellas en el mundo, y con cada show, al igual que en la pantalla, sintamos la euforia de su fanaticada.
A propósito de lo anterior, un importante acierto de guion y dirección es que se lleva a cabo la película sin dejar de lado el contexto en el que sucede: la fuerte influencia de la cultura afroamericana de los años 50 en la carrera de Elvis, lo tabú que significaba el surgimiento de este género musical, la discriminación en el medio, y hasta grandes íconos como B.B King, Little Richard, o Big Mama Thorton, son elementos necesarios que están muy bien graficados en el filme.
Aunque al inicio todo pase bastante rápido y esto pueda resultar un tanto abrumador, la historia nunca se estanca y condensa muy bien cada momento en la vida personal y profesional de Elvis. Conforme avanza la trama el ritmo baja, pero la intensidad de los sucesos aumenta: vemos conmovedores episodios que marcaron al personaje en el ámbito familiar, como su matrimonio con Priscilla; la turbulenta relación con su familia; los abusos cometidos por parte de su representante “El Coronel” –que, dicho sea de paso, y aunque no sea de sus mejores actuaciones, es retratado por el admirado Tom Hanks– y las más oscuras adicciones que lo llevaron a un terrible desenlace que hasta el día de hoy es cuestionado.
No hay persona que pueda dudar de la grandeza de Elvis Presley. Su voz seguirá teniendo vida por tanto tiempo como nosotros se la demos. Su legado ya está presente en las radios, las pantallas y los libros, y mientras esperamos a ver si este homenaje se lleva unos cuántos Oscar, ya puedes encontrarla en HBO Max y ponerte a bailar con él.