¿El ‘outsider’ o el mal menor?, por Carlos Meléndez
¿El ‘outsider’ o el mal menor?, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Andrés Edery ha sintetizado en una caricatura lo que será nuestro dilema electoral en el 2016: ‘outsider’ versus “mal menor”. Esta disyuntiva es normal en un país con un “sistema partido” poscolapso partidario: por un lado el ‘establishment’ manido (el mal menor) y, por el otro, el espacio en el que pueden incursionar novatos políticos (el ‘outsider’). 

Diversos analistas han enfocado el espectro político de surgimiento de un ‘outsider’: el centro moderado (A. Torres), la derecha (J. Tafur) o los extremos (E. Dargent). Muy pocos, la verdad, creen que no habrá sorpresas y apuestan por algún integrante del “elenco estable” (J. Barreda). A continuación expondré razones originales para evaluar sendas opciones.

Las identidades políticas más fuertes en el país son los ‘antis’ (antiaprismo y antifujimorismo), opciones opuestas al sistema. (Ambas se solapan en una intersección que no ha sido aún calculada). La inseguridad ciudadana añade un nuevo tipo de elector antisistema: aquel que busca una alternativa “mano dura” como solución a este otro fracaso del Estado. Un ‘outsider’ exitoso tendría que cubrir estas dos expectativas: capitalizar la oposición al y al y, a la vez, cambiar el eje del debate electoral estancado en el modelo económico por uno centrado en políticas de seguridad (un continuo izquierda-derecha distinto al acostumbrado). Esta sería una manera de suplir lo que Dargent ha señalado con tino: ser atractivo para un centro diverso a través de mensajes cargados de ideas-fuerza. ¿Existe alguien con el liderazgo político para cumplir tales funciones?

Sin embargo, existen indicios sobre la improcedencia de un ‘outsider’ salvador y sobre la propensión a elegir políticos con recorrido. Primero, en los tres últimos procesos electorales generales, la tendencia muestra que hemos preferido al ‘establishment’ antes que al cambio inesperado. Fruto de esta predisposición, la volatilidad electoral ha decrecido a su mínimo histórico (21%), posibilitando dilatar este curso. 

Segundo, es posible que el propio ‘establishment’ ocupe los espacios vacíos dejados por la sobrepoblación de derecha, ya que los políticos tienen capacidad de movilidad ideológica dada la fragilidad de sus partidos. ( y podrían volverse atractivos para el centro y aprovechar el abandono de la izquierda). Ya García procura capitalizar ‘issues’ de centro (endurecimiento de la lucha contra la delincuencia), reivindicaciones democráticas (oposición al chavismo) y liberales (unión civil entre homosexuales). Fujimori se beneficia de la ausencia de un discurso de izquierda para “robar” votos en sectores populares y en el interior del país. Comparativamente, la sólida base del fujimorismo (20%) incrementa su atractivo como “mal menor”, frente a la decreciente y golpeada militancia aprista (5%).

Nuestra política es un híbrido en el cual conviven partidos tradicionales (Apra, PPC), ex antisistemas incorporados al ‘establishment’ (fujimorismo, nacionalismo) y espacios libres para la incursión de ‘outsiders’ (que puedan posicionarse necesariamente en torno a identidades políticas y líneas programáticas). El ganador en las elecciones del 2016 definirá si nuestro sistema avanza hacia su institucionalización (el “mal menor”) o si se acentúa la incertidumbre política (‘outsider’).