No hay razones para ser optimistas con respecto a la desa-celeración económica. Ante todo, porque ni el gobierno ni los especialistas aciertan en el diagnóstico. Las recetas, por tanto, van a fallar.
El ministro de Economía cree que se trata de un problema transitorio. Y no es el único.
“Hay consenso en que esta desaceleración es transitoria, y por lo tanto las políticas para estimular la demanda también tienen que serlo”, informa el diario “Gestión” sobre una mesa redonda que organizó sobre el tema (“Gestión”, 17/7/14, págs. 16-17).
Lo que demuestra la caída de la producción de los últimos meses es nuestra vulnerabilidad. Hemos venido creciendo al ritmo de las cotizaciones internacionales de nuestros minerales.
Luego de la sensible baja en la demanda internacional, hemos sentido el frenazo. No es culpa solo de este gobierno. Es, sobre todo, culpa de los gobiernos anteriores. El actual gobierno también quiso administrar la bonanza, pero la bonanza se acabó.
Se comete, ahora, el error de creer que se trata de algo temporal. Y se adoptan medidas superficiales que solo ahondarán nuestros problemas.
La clave es el “impulso de la demanda”. Esto quiere decir que el gobierno va a inyectar dinero en la economía, a través del aumento de las gratificaciones y el libramiento de una parte de los ahorros de las CTS.
Ninguna de estas medidas tendrá como efecto el aumento de la eficiencia de la economía. Ninguna de estas medidas estimula la creación de riqueza. Ninguna de estas medidas mejora el poder adquisitivo de las personas.
Si la gente toma dinero de sus ahorros para gastarlo, lo único que hace es cambiar bienestar presente por bienestar futuro. Como en la fábula de la hormiga y la cigarra de Esopo, gozamos hoy para sufrir mañana.
La cigarra se dedicaba a vivir la gran vida, mientras la hormiga trabajaba para proveerse para el invierno. Llegado el invierno, la cigarra no tenía qué comer, y tuvo que recurrir a la hormiga, que no la ayudó.
En cuanto al aumento de gratificaciones, hay que preguntarse de dónde viene ese dinero ¿No viene acaso de los impuestos? ¿Y qué medidas tendrán que tomarse luego para reemplazar esos ingresos que tomamos ahora? ¿Serán medidas expansivas o restrictivas?
Para mejorar la eficiencia de la economía, el gobierno tendría que decir: he mejorado mi gasto. Sin embargo, en vez de reducir el gasto o mejorar la eficiencia, el gobierno piensa aumentar la inversión pública.
Es como si la tubería de la casa tuviera huecos y, en vez de taparlos, se nos ocurriera aumentar la presión del agua. No mejoraremos la eficiencia y, antes al contrario, quizá hagamos más grandes los huecos.
No estamos haciendo nada para no depender de la cotización internacional de nuestros minerales.
La desaceleración no llegará a un punto de “inflexión”, como dice el ministro Castilla. No, al menos, hasta que se entienda que el problema no es el corto sino el largo plazo. Debemos caminar en sentido contrario al de los estímulos fiscales.