Perú Libre no quiere una prensa libre. Es una conclusión a la que fácilmente se puede llegar hoy, después de las demasiadas, frecuentes y demasiado frecuentes afrentas que varios representantes del partido de gobierno dirigen contra los medios de comunicación.
Solo a modo de repaso: el presidente Castillo no ha dado ninguna entrevista en más de dos meses de gobierno, impidió la presencia de medios de prensa privados en algunas actividades oficiales, el primer ministro se ha burlado y ha insultado a más de un periodista, el personal de seguridad ¡y de prensa! del Gobierno ha agredido físicamente a reporteros que intentaban cubrir los movimientos de las autoridades. No olvidemos las numerosas ocasiones en las que el mismo Castillo arengó contra los periodistas en mítines o los infaltables tuits de Vladimir Cerrón contra los medios de comunicación que recordaban su complicado pasado y presente judicial.
Bellido también ha tildado a los medios de “obstruccionistas” y les ha requerido “no acusar, adjetivar al Gobierno”. Esto, más o menos, significa no investigar ni criticar al poder. Una expresión en la que comparte antojos con la vicepresidenta Dina Boluarte, quien rechazó contestar preguntas de la prensa “que no hacen bien a la sociedad”, conminando a los periodistas a actuar “hermanados” con el Ejecutivo. Con esos antecedentes, no sorprende la arrogancia del ministro de Transportes y Comunicaciones, Juan Silva, cuando reclama que el “Canal 7 nos golpea a nosotros como si fuera un canal extraño”. Dentro de su visión, un canal del Estado tendría que servir al gobierno. No por gusto el ideario de Perú Libre rezaba que “el socialismo no aboga por la libertad de prensa, sino por la prensa comprometida con la educación y la cohesión de su pueblo”, un eufemismo para lo que en verdad se quiere decir: la prensa debe comprometerse con lo que determine el gobierno, que “representa” al pueblo.
Enfrentados a una realidad incómoda, en la que la prensa no es un instrumento del gobierno, en Perú Libre han optado por crear su propia realidad alternativa con sus diarios chicha. Dicen que los polos opuestos se atraen, pero ahora parece que también se actualizan. Retomando la tradición noventera del fujimontesinismo, han aparecido ahora “El Sombrero” y “El Puka”, “Marka” y “El diario Calderón” (contra, por si acaso). Ya se escucha el programa “Palabra de maestro” en radio Latina y pronto se verá Nacional TV en señal abierta. Todos son creados y dirigidos por militantes de Perú Libre o entusiastas seguidores de Vladimir Cerrón, Guido Bellido o Pedro Castillo.
Y aunque todos estos medios alegan que no reciben fondos estatales, quizá se trate de una inversión a mediano plazo, que viene acompañada por aquellas iniciativas legislativas que propugnan una “distribución equitativa” del espectro radioeléctrico o reservar hasta el 50% de la publicidad estatal a favor de medios locales y regionales. Por otro lado, dado que en Perú Libre parecen estar dispuestos a rememorar prácticas de antaño, cabe recordar que los caudales que solventaban a los diarios chicha no salían precisamente de partidas legales de publicidad estatal. Vladimiro Montesinos tenía formas más soterradas de conseguir y distribuir prebendas.
El siguiente previsible paso es el de la discriminación: entrevistas solo con los medios afines, ocultamiento de información pública, restricciones de coberturas en actividades oficiales. Todas estas son formas agazapadas de utilización indebida de los recursos públicos, reñidas con la ley y la ética.
Si la prensa cumple su rol investigativo y crítico, con objetividad, este tipo de embates no prosperarán. Para ello, se requiere una inteligencia superior a la de otorgar un programa televisivo a cualquier tuitero enajenado o la de cuestionar los atuendos de la pareja presidencial.
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