El Gobierno debe rectificar su estrategia frente a la epidemia. No lo va a hacer, si no reconoce los errores. El Gobierno no reconoce los errores.
En la última conferencia de prensa presidencial, por ejemplo, el jefe del Estado no respondió sobre posibles errores en la entrega del bono.
En vez de contestar sobre dicha entrega, el presidente sostuvo que el bono no era un error. Nadie había cuestionado el bono, sino la entrega. El presidente no se equivocó, simplemente eludió responder y evitó desarrollar la respuesta.
Como no se reconoce falla, se persiste en ella. Ese mismo día y los días posteriores se produjeron colas en el Banco de la Nación.
En las agencias no había orientadores, no se había habilitado nuevos horarios y se había reducido la atención en ventanillas.
El ministerio de Desarrollo e Inclusión Social tuvo que hacer aclaraciones. “El segundo tramo del #BonoFamiliarUniversal que se inició este martes último es diferente al segundo #BonoFamiliarUniversal”.
¿Segundo tramo, segundo bono? ¿Se entendió?
Apenas el presidente anunció que ya lanzaban el segundo bono de este tipo, la gente fue a las agencias. Las formas de pago no se entendieron.
Los hogares necesitan ingresos. Si el presidente anuncia el segundo “#BonoFamiliarUniversal”, quieren creer que lo van a entregar. Quieren creer: estado emocional e intelectivo explicable y esperable de la población.
¿Por qué anunció el presidente este bono en la conferencia? ¿No pensó que la gente se podía confundir? Los comunicadores del Gobierno, ¿no consideran el “quiero creer” de la gente?
El presidente no ha dado una explicación sobre los problemas en la entrega y en la comunicación sobre el bono.
¿Es oportuno hablar de un segundo bono cuando se entrega un segundo tramo de un primer bono del mismo nombre?
¿Y si lo hubieran llamado “Bono Setiembre”? No sabemos, eso tendrían que haberlo estudiado los técnicos en comunicación del Gobierno. Y las autoridades tendrían que haber decidido sobre la base de esos criterios.
El presidente dice que “hemos llegado a la población con campañas de comunicación potentes”. La irradiación de una campaña, sin embargo, no determina su potencia.
La potencia se refleja en el resultado. Si no hay resultado, es impotente. La potencia se desperdicia. Eso ha sucedido con las campañas.
Las intervenciones del presidente han sido de varias horas. Si esas centenas de horas de televisión se convirtieran en mensajes de dos minutos, serían más efectivas.
Eso lo sabe cualquier comunicador. El problema de esa estrategia es que no cuenta con el presidente. Por alguna razón, el presidente quiere salir en televisión a hablar por horas.
El presidente puede darse ese lujo. Sin embargo, no debe dejar de dar los mensajes cortos, concretos y prácticos. Y no solo, ni principalmente, en televisión.
Lamentablemente, el próximo fin de semana o a principios de setiembre, pasaremos a ser el país con más muertos por millón del mundo. También somos el país o uno de los países con mayor caída económica del mundo.
Tenemos que rectificar. Para eso, antes de dedicarse a la promoción política, el Gobierno debe reconocer los errores.
El gobierno no debe echar la culpa a la población por las colas. Debe, simplemente, ponerse a trabajar.