La sentencia del Segundo Juzgado Penal Liquidador de la Corte Superior de Justicia de Junín a favor de la afroperuana Azucena Asunción Algendones no solo es justa, sino que significa un gran paso en la lucha contra la discriminación racial en nuestro país. Lo más importante es que sienta jurisprudencia y es una medida que pondrá “en guardia” a quienes marginan, los que abundan en diversos sectores de la sociedad peruana.
Asunción Algendones fue tratada de “negra cocodrilo” en su centro de labores, la Empresa de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de la Municipalidad de Huancayo. Ella se quejó, pero no fue escuchada por las autoridades de ese organismo municipal. Poco después fue despedida.
Los sentenciados son Luis Alberto Pérez Peralta, ex gerente general, y Augusto Gianni Santisteban García, ex jefe de Recursos Humanos y Relaciones Industriales.
Sin embargo, pese a que la demandante considera justa la sentencia, propone que el caso sea revisado porque en el proceso no se incluyó a la persona que la insultó, Judith Pérez Huayna. Es una sentencia en primera instancia y los sentenciados seguramente apelarán, pero como ha señalado Gabriela Perona, asesora del Viceministerio de la Interculturalidad, se trata de una resolución pionera.
Es verdad, no se conoce un caso semejante. Esto abre las puertas para que muchos que sufren por este maltrato puedan recurrir a los tribunales. Así, si demuestran que se produjo el delito, tendrán la seguridad de la aplicación de una sanción contra los causantes.
La discriminación está prohibida por la Constitución y la ley penal. Según la citada funcionaria Perona, del Ministerio de Cultura, antes de esta sentencia penal solo “existían sanciones del tipo administrativo” (El Comercio, 19 de noviembre del 2015). Hasta aquí los hechos.
Cuando ejercía la dirección de este periódico, advertí que se publicaban notas sobre diversos tipos de discriminación en los diarios y otros medios de comunicación.
En el 2010, decidí hacer una audiencia sobre la discriminación, que se realizó con un público que repletó el amplio auditorio del Banco Continental. Contó con la participación de Beatriz Merino, entonces defensora del Pueblo, y representantes de las comunidades afroperuanas, amazónicas, de prostitutas y de travestis.
Todos hicieron sus planteamientos y propuestas. Lo que más impactó fue conocer mejor acerca de la descarnada discriminación contra las prostitutas y travestis, quienes eran y son maltratados incluso por las autoridades.
Nunca vi una cosa igual. Este grupo es el más discriminado y maltratado, incluso Paul Colinó, del movimiento Francisco Congo (institución que lleva ese nombre en homenaje al rebelde esclavo que se levantó durante el Virreinato en el palenque de Huachipa), nos dijo: “Sin duda estamos discriminados, pero lo que hacen con estos [los travestis y prostitutas] es espantoso”.
También las afroperuanas levantaron su voz. A propósito del maltrato que sufren, el acuerdo 115 de la Conferencia Regional de las Américas contra la Discriminación, realizada en Santiago en el 2000, solicita a los estados impulsar “acciones y políticas públicas en favor de las mujeres afrodescendientes dado que el racismo las afecta de manera más profunda”.
¿Por qué hay racismo? El futbolista colombiano Carlos Preciado, de Alianza Lima, que sufrió insultos racistas en el clásico del domingo 15, dice que por ignorancia. No carece de razón, pero el tema es más complejo.
Los ignorantes racistas no saben que el color de la piel está determinado por una sustancia que se llama melanina. Eso es todo y nada tiene que ver con la calidad de las personas, las que deben ser respetadas en su dignidad, solo por el hecho de ser seres humanos.