Pasados los 100 días de la emergencia sanitaria, resulta ya evidente que el Gobierno ha tenido un pobre resultado en controlar la epidemia, pero más importante aún, que, al paralizar la economía, ha dañado también la salud y la vida. Ha llegado el momento de dar un giro radical en la manera de conducir las acciones de gobierno para evitar llevar el país al abismo. Hoy no queda otra cosa que proteger a la población vulnerable al contagio y abrir la economía de manera total, abandonando radicalmente el actual esquema soviético de ‘fases’ con el que se pretende sacar al aparato productivo del coma inducido en el que se encuentra.
PARA SUSCRIPTORES: Respirar, por Patricia del Río
Como sugerí hace semanas en este mismo espacio, el Estado debe movilizar a toda la sociedad para identificar a todo individuo en riesgo de perder la vida a causa del virus, testeando a su entorno y aislándolos cuando fuese necesario. De otro lado, se debe saturar los medios de comunicación con campañas que lleven a la población a adoptar medidas simples de protección personal, persuadiendo de manera inteligente sobre la importancia de proteger a otros del contagio. Sabemos que esta acción, que se debió hacer desde el momento en que se decretó la cuarentena, se dejó de lado por el incomprensible temor del Gobierno a ser acusado de favorecer a los ‘medios adictos al régimen’.
Si el presidente Vizcarra desea apartar al país del camino al abismo en el que se encuentra, debe dar un golpe inmediato de timón para cambiar este peligroso rumbo. De lo contrario, será recordado como el presidente que hundió al Perú en la pobreza y el caos, a pesar de estar al mando de un Gobierno que contó con fortalezas económicas inigualables en la región.
Desafortunadamente, en las tareas de proteger a la población vulnerable y abrir toda la economía de manera sensata, el Gobierno carece de un equipo que maneje estos procesos. El actual gabinete es notoriamente débil en materia de gestión y está compuesto por individuos carentes de las competencias para dirigir un ministerio. En su gran mayoría, los ministros han probado no tener suficiente habilidad en las tareas básicas que se requiere en sus respectivas carteras: liderazgo, capacidad de gestión, habilidad política y organización, entre otras. Presiden además instituciones con una burocracia temerosa de actuar y que los percibe como aves de paso. Peor aún, en varios casos, se les observa poseídos por ideologías de estatismo fracasado.
En las circunstancias actuales, parece muy difícil que el presidente Vizcarra pueda convocar a candidatos idóneos a ocupar aquellas posiciones en el gabinete que necesariamente se tendrían que renovar para lograr el cambio de dirección requerido. La mejor alternativa es el nombramiento de un presidente de Consejo de Ministros capaz de reenrumbar al país con una nueva estrategia para contener la epidemia y revertir la masiva destrucción de empleo, la caída en las expectativas y, por ende, de la inversión. El nuevo primer ministro debe ser quien, además de desplegar intensa labor política con el Congreso, convoque un equipo técnico que coordine todos los aspectos necesarios de reactivación económica. En esta tarea, el concurso de técnicos del Banco Central de Reserva puede ser de invalorable ayuda.
En este momento de emergencia y extremo riesgo debe recordarse que acciones como las que se proponen deben partir del reconocimiento de que durante los últimos 25 años el Estado se ha hecho cada vez más débil y disfuncional, abandonando tareas centrales en la construcción de instituciones y en la provisión de educación, salud y seguridad ciudadana. El Estado, a pesar de contar con crecientes recursos, ha sido incapaz de instaurar el imperio de la ley, establecer condiciones para tener mercados más competitivos o dotar al país de mejor infraestructura productiva. Por ello no se entiende que en medio de esta crisis el Gobierno emprenda un ataque suicida al sector privado –desde los informales hasta la gran empresa– que ha sido responsable por el progreso logrado durante el último cuarto de siglo. La evidencia está allí para quien quiera verla. Los ataques del Gobierno a varias empresas, incluyendo a los bancos por temas que son responsabilidad del propio Gobierno, son populistas en extremo y desestabilizan aún más la economía. Ahora la amenaza del presidente de expropiar las clínicas privadas revela más claramente su absurda proclividad estatista. Ha sido el sector privado el que ha impulsado el crecimiento que cortó la pobreza a la tercera parte, dotó de electricidad a casi la totalidad de los ciudadanos, masificó el uso del celular, desplegó el Internet, modernizó el agro y puso al alcance de las mayorías innumerables bienes y servicios cuando el Estado, como empresario, ha sido incapaz de proveer a todos los ciudadanos de algo tan elemental como el agua y el saneamiento, así como reconstruir el norte o ejecutar un presupuesto de urgentes inversiones.