No quiero ser alarmista, pero existe el riesgo de que una nueva Guerra Fría –por el conflicto entre Rusia y Ucrania– se extienda a América Latina y aumente las divisiones políticas en la región.
Hay síntomas de que eso ya está pasando. Rusia ha tratado abiertamente de expandir su influencia en la región en las últimas semanas, mientras aumentaban las tensiones con Estados Unidos por Ucrania. Y puede que Washington no se quede de brazos cruzados.
El presidente ruso, Vladimir Putin, recientemente dio una bienvenida de alfombra roja en Moscú a los presidentes de Brasil y Argentina, y sugirió que aumentará la ayuda militar de Rusia a Venezuela, Nicaragua y Cuba.
El viceprimer ministro de Rusia, Yuri Borisov, visitó Venezuela el 16 de febrero y prometió profundizar los lazos bilaterales. El dictador venezolano, Nicolás Maduro, dijo, después de reunirse con el funcionario visitante, que habían hecho planes para una “poderosa cooperación militar”. Desde Venezuela, Borisov viajó a Nicaragua y Cuba.
También en enero, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, dijo que no podía “ni confirmar ni excluir” la posibilidad de enviar tropas rusas a Venezuela y Cuba si Estados Unidos y Europa no reducían lo que describió como sus crecientes actividades militares en Europa del Este.
En el pasado, Rusia envió aviones de combate y barcos militares a Venezuela en al menos tres ocasiones para misiones de corta duración. Venezuela también compró al menos 24 aviones de combate Sukhoi y 50 helicópteros y tanques de Rusia durante el régimen del difunto Hugo Chávez, lo que generó ansiedad en la vecina Colombia.
En Washington, los funcionarios estadounidenses están tomando nota de la ofensiva de Rusia en la región. Aunque el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, dijo el mes pasado que las amenazas veladas del viceministro de Relaciones Exteriores ruso de enviar tropas a Venezuela y Cuba eran “bravuconadas”, los funcionarios de la Casa Blanca están tomando más en serio los más recientes pasos de Rusia en la región.
Si bien Washington no debería quedarse dormido mientras Rusia expande su presencia militar en la región, una escalada de las tensiones entre las superpotencias en América Latina sería una mala noticia para la región. Aumentaría las divisiones políticas y obstaculizaría aun más la integración económica de crecimiento.
Además, una escalada de la confrontación Este-Oeste por Ucrania podría conducir a una recesión mundial que perjudicaría las exportaciones de América Latina. Aunque los países latinoamericanos se beneficiarían de un aumento temporal en los precios mundiales del petróleo, los metales y los granos, estas ganancias se verían contrarrestadas por una disminución de las importaciones de Estados Unidos, Europa y China por una recesión global.
El presidente estadounidense, Joe Biden, tendrá una gran oportunidad para mejorar los lazos con América Latina –y recuperar el terreno perdido frente a Rusia y China durante los años del exmandatario Donald Trump– cuando se realice la Cumbre de las Américas en junio.
Pero si hay una guerra a gran escala en Ucrania, existe una gran posibilidad de que Rusia siga aumentando su presencia militar en América Latina como una forma de decirle a Washington: “Si tú entras en mi vecindario, yo entro en el tuyo”.
–Glosado y editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC
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