Los audios golpean a Vizcarra. Lo muestran atrapado en una intriga de telenovela de tercer nivel. Confirman su dependencia de círculos cercanos para gobernar, además de la mediocridad con que se tratan asuntos de Estado. Dejan preguntas serias sobre su conducta que deben investigarse en fiscalía. Al mismo tiempo, me queda claro que no son material de vacancia, menos en medio de una pandemia.
PARA SUSCRIPTORES: La política adolescente, por María Alejandra Campos
Y sin embargo, importa poco el fondo del asunto. El problema es que el artículo constitucional sobre vacancia, pensado originalmente para dar una salida en casos en que el presidente quedara inhabilitado física o mentalmente, se ha ido leyendo en forma cada vez más amplia. Desde el año 2000, moral no fue más un término en desuso para referirse a una incapacidad mental, sino una categoría abierta que permite destituir al gobernante en un régimen presidencialista.
En incapacidad moral, se nos dijo, incurrió PPK por gestión de intereses y por evitar su propia vacancia. También Fujimori cuando se le destituyó por escapar a Japón. Recordemos, además, que dicha vacancia se aprobó por mayoría simple. Luego se cambió el reglamento del Congreso para hacerlo más difícil. Lo que hoy importa son los votos.
Se aprobó el proceso con 65 votos. Lejos de los 87 necesarios para la vacancia, pero suficientemente cerca para mantener la preocupación. Me parece que algunos actores debieron tener posiciones claras sobre el proceso antes de la votación de ayer y eso no pasó. Tres actores me parecen clave y ahora queda por ver cómo actuarán ante un evento histórico en el país.
El primero, Manuel Merino. Obviamente al dirigir el pleno no puede hacer grandes declaraciones públicas, se debe al proceso parlamentario. Pero hay formas de lanzar un mensaje para desmarcarse o dejar claro que no ve con entusiasmo la caída del presidente. Porque espero, de verdad, que no lo esté pensando.
¿Cree acaso que un pacto con los sectores que promueven la vacancia le permitirá un buen gobierno? ¿No se percata que lo tendrán contra las cuerdas pidiéndole todo lo que ya aprobaron en el Congreso? ¿Es un socio confiable el ejecutor de este plan? La respuesta es obvia.
De proceder la vacancia, Merino sería evaluado como quien sacó del poder a un presidente todavía popular para gobernar mejor que él. ¿Entiende en lo que se está metiendo? ¿Y su partido? Me parece que no. Los congresistas que hoy le dicen que gobernará bien dudo que lo crean. ¿Lo creerá él?
El segundo actor clave es César Acuña. Es quizás el único líder partidario que puede controlar a su bancada. Acuña maneja una organización que acompaña a sus candidatos en elecciones. ¿Basta con dejar a sus congresistas en libertad y no decir nada sobre los temas de fondo? ¿Eso es suficiente para quien quiso, y al parecer quiere, ser presidente? Sin exagerar, creo que es el actor más importante para inclinar la balanza en todo esto. Merino no controla a su bancada como él sí puede hacerlo. ¿Qué tiene que decirnos?
Finalmente, también me hubiese gustado escuchar a María Isabel León, presidenta de la Confiep. Se está debatiendo una moción presentada por UPP, el cuco del empresariado. Y digamos que, más allá de diferencias con el Gobierno, la Confiep debe tener claro que un cambio en este poder del Estado a seis meses de las elecciones y en medio de una crisis sanitaria afectaría la economía y la estabilidad del país. Esos temas de los que siempre hablan, hasta cuando no les preguntan. ¿Algo había que decir, no?
Es ya ocioso señalar a los congresistas que apoyarán la vacancia que es grave tumbar a un gobierno sin saber cómo vendrá la gestión de la crisis. Que un mar de muertos y sus deudos rodean su discusión. Y a los candidatos presidenciales parece que no les sacaremos más de un tuit, una oración ambigua o el pedido de una Constituyente como bálsamo para todo. Nada concreto frente a una situación que amerita posición, liderazgo. Pero a los nombrados, especialmente a los últimos dos, sí espero escucharlos.