La semana pasada murió preso y de cáncer en un hospital el gran defensor chino de la libertad Liu Xiaobo. El régimen de Beijing le negó la atención médica adecuada que podría haber alargado o salvado su vida. No pudo, sin embargo, prevenir que Liu deje un gran legado: una visión de país basado en principios universales que han inspirado a otros disidentes y que serán una referencia importante en el debate nacional cuando finalmente se derrumbe la dictadura.
Liu dejó también una gran lección para quienes, como los venezolanos de hoy, estén luchando contra el autoritarismo: en la batalla por una sociedad libre, hay que tener claro por qué se está luchando. No basta únicamente con declararse en contra de la tiranía.
Liu ganó el Premio Nobel de la Paz en el 2010 por abogar por los derechos humanos en China. Fue encarcelado en numerosas ocasiones, lo cual le impidió recibir su premio en Oslo. Fue redactor y signatario de la Carta 08, un manifiesto político a favor de la democracia firmado por cientos de intelectuales chinos en el 2008.
Liu y sus coautores hicieron un gran favor a sus compatriotas por dotar el documento de lucidez y claridad. La carta declara que “los ciudadanos chinos están reconociendo claramente y cada vez más que la libertad, la igualdad y los derechos humanos son valores universales comunes compartidos por toda la humanidad; y que la democracia, la república y el constitucionalismo constituyen el marco básico estructural de la gobernanza moderna”. Describe una realidad social que podría resultar familiar a una proporción desgraciadamente grande de la población mundial. “Hay leyes, pero no existe el Estado de derecho. Hay una Constitución, pero no un gobierno constitucional”. Según la carta, el resultado es un alza en la corrupción, los conflictos sociales y el resentimiento y la polarización en la sociedad.
La carta no es ambigua acerca de su concepto de libertad. Respecto a la igualdad, enfatiza la “igualdad ante la ley”, idea que es compatible con la libertad. Promueve un modelo republicano de gobierno basado en la descentralización, el pluralismo y la limitación del poder. Incluye propuestas específicas: “Establecer y proteger los derechos de propiedad, implementar una economía de mercado libre y abierta, proteger la libertad de emprender y eliminar el monopolio administrativo”. Aboga por “proteger los derechos de los contribuyentes”. Propone cortes independientes y la protección de los derechos de los individuos y de las minorías ante decisiones democráticas de la mayoría. Proclama que la libertad de expresión, asociación y movimiento son fundamentales para la civilización.
En la Carta 08, China tiene una guía para el futuro. Sus ideales son claros y detallados y, de observarlos, lograrían instituciones y políticas públicas algo predecibles y no arbitrarias. La lucha por un país libre y la futura fundación de este ha sido fortalecida por este documento que ya tiene cierto respaldo nacional e internacional.
Importan el peso y la claridad que se dan a los conceptos fundacionales, pues terminan determinando en gran parte la trayectoria de un país. Un ejemplo un poco simplificado: los ideales sobre los que se pelearon las revoluciones estadounidense y francesa –tradición que siguió América Latina– eran distintos. La primera enfatizó los derechos de los individuos, mientras que la segunda se basó en la voluntad de la mayoría y terminó en un reino de terror.
Los venezolanos, tanto como otros pueblos oprimidos, deberían redactar sus propias cartas. Así fortalecerían su lucha y futuro nacional.