En su popular libro “El manual del dictador”, los investigadores Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith destacan que uno de los pasos más característicos de los autócratas del mundo moderno es la atribución a líderes de la oposición de crímenes que no cometieron. Los regímenes totalitarios –dicen los autores– tan solo necesitan contar con la fidelidad de las Fuerzas Armadas, del Poder Judicial y de un círculo íntimo de asesores y operadores para perpetuarse en el poder a costa del resto de la población e instituciones.
Nicolás Maduro ha tomado nota de la lección. La semana pasada, Leopoldo López, uno de los principales líderes de la oposición venezolana, fue condenado a casi 14 años de prisión por su participación en las protestas del 2014 en contra del régimen chavista. El político, quien se entregó a las autoridades hace 19 meses, fue declarado culpable de los delitos de instigación pública, daños a la propiedad, incendio intencional y asociación para delinquir.
No son pocos los observadores internacionales que han visto en la detención y condena de López los síntomas más obvios de una dictadura catálogo. Por mencionar solo algunos, la Comisión Europea, las Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Human Rights Watch (HRW), “The New York Times”, “The Washigton Post”, John Kerry y Barack Obama, cada uno a su manera, han expresado preocupación por el deterioro de las formas democráticas y, en particular, por el trato que ha recibido el ex alcalde del municipio de Chacao. HRW calificó el juicio de “farsa total”, en tanto que la Unión Europea señaló que este careció “de las garantías adecuadas en materia de transparencia y de debido proceso legal”.
Es cierto. No se esperaba mucho más de un régimen que hace tiempo perdió la careta democrática. Sin embargo, si algo positivo se puede sacar de este fallo, es que la visibilidad del condenado, los patentes vicios del proceso y la severidad del castigo deberían hacer más complicado para los defensores del régimen chavista –incluidos algunos políticos peruanos– negar su naturaleza despótica. Y esa es, justamente, la parte final del manual.