Hace pocas semanas, comentamos en esta página que el regreso de Daniel Urresti a la candidatura presidencial del nacionalismo había supuesto fundamentalmente el abandono de la breve ilusión oficialista de participar en la actual campaña con ideas y propuestas para volver al régimen de los ataques y, sobre todo, los insultos. Mencionamos como prueba de ello las toscas referencias que el ex ministro del Interior había hecho en esos días a sus contendores César Acuña (“es de una raza distinta porque tiene cuatro doctorados y seis maestrías, pero sin haber hecho primaria”), Alan García (“el candidato de los narcos”) y Keiko Fujimori (“Mi papi no ha sido presidente”). Una circunstancia ciertamente lamentable.
Como una epidemia, sin embargo, el recurso de la ofensa se ha extendido en los últimos días a otros candidatos y a su entorno. La señora Eliane Karp, ex primera dama y esposa del postulante Alejandro Toledo, retó recientemente, por ejemplo, desde su cuenta de Facebook, a “la japonesa, el kuy gringo, el panzón a un trote de 15 km descalzos en la arena”. Y no hace falta ser muy zahorí para saber a quiénes se refería.
La semana pasada, por último, Hernando Guerra García, ex precandidato del Partido Humanista y ahora candidato por Solidaridad Nacional, lanzó un video promocional a través de las redes sociales en el que pide a una serie de competidores suyos cuyas imágenes aparecen fugazmente “que se vayan al carajo”. Y aunque después haya intentado matizar la aspereza de la expresión con explicaciones elaboradas, la violencia del mismo es inexcusable.
No es casual, no obstante, que las tres candidaturas que más señaladamente han echado mano del rudo expediente de los insultos a los rivales tengan un pobrísimo rendimiento en las encuestas. La estridencia suele ser un desesperado recurso para salir del anonimato o la irrelevancia en muchos terrenos. Y el electoral, por lo que parece, no es una excepción.