Editorial: Dueño de sus silencios
Editorial: Dueño de sus silencios

Los funcionarios públicos de alto rango deben cumplir con ciertos estándares que exceden aquellos que se les exige al común de los ciudadanos. Aparte de transmitir probidad y buen tino, los responsables de la administración del Estado deben ser especialmente cuidadosos con sus declaraciones; sus palabras no los representan a ellos únicamente, sino también a la institución pública que lideran. La reflexión es especialmente importante si de quien estamos hablando es de quien encabeza el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).

Es por ello que preocupan los deslices argumentativos y expresiones poco precisas del ministro Alfredo Thorne en los últimos días. Las primeras se dieron a raíz de los cambios en el contrato para la construcción del aeropuerto de Chinchero, en Cusco. 

Como comentamos en esta página hace unos días, el gobierno decidió modificar el contrato de concesión original –firmado durante la administración nacionalista–, para financiar directamente la construcción del aeropuerto en lugar de reembolsar los costos de financiamiento que hubiera asumido la concesionaria Kuntur Wasi y significado una obligación de aproximadamente US$800 millones para el Estado (casi el triple del monto de cofinanciamiento originalmente considerado).

Esta alternativa, sin embargo, trajo consigo las críticas de algunos especialistas y ex funcionarios del gobierno anterior pues, más allá de evitar una altísima factura para las arcas estatales, parecía evidente que la naturaleza de la operación y el riesgo de la misma habían variado considerablemente; y al contar con un financiamiento estatal, la construcción del aeropuerto de Chinchero se asemejaba cada vez menos a la figura de una asociación público-privada (APP). Estos cuestionamientos, no obstante, habían sido rechazados desde el MEF y el Ministerio de Transportes y Comunicaciones… hasta ese entonces.

En medio de la controversia, el miércoles pasado el ministro Thorne informó que el gobierno ha “convertido [el proyecto] en una obra pública por lo que no hay costos financieros, sino que [se desembolsará] en función al avance de obras”, como quien valida parcialmente los argumentos de sus detractores. Pero un día después el ministro insistió en que “el proyecto sigue siendo una APP”. O, en otras palabras, que no es una obra pública. 

Si bien el ministro ha corregido en un día sus declaraciones, la sensación de que las reglas de juego para la construcción del aeropuerto cusqueño han cambiado parece que perdurará un buen tiempo. 

El mismo miércoles, el ministro Thorne anunció también que este año espera un crecimiento económico cercano al 3,8% del PBI –un punto porcentual por debajo de la anterior proyección– debido a la paralización de obras a cargo de la compañía Odebrecht envuelta en casos de corrupción. “Es difícil pensar que vamos a crecer al 4,8%, yo pienso que podríamos crecer un punto porcentual por debajo de eso, todavía estamos haciendo afinación de los estimados”, manifestó.

Sin embargo, al día siguiente, el titular del MEF matizó su aseveración. “El 3,8% es si no hacemos nada, pero estamos haciendo muchas cosas”, condicionó en esta ocasión el ministro. La diferencia con lo pronunciado el día anterior no es poca cosa. Un punto entero de crecimiento del PBI de diferencia es equivalente a nueve veces la inversión en el programa Pensión 65. 

Las idas y venidas del equipo económico de Peruanos por el Kambio durante la campaña electoral no escasearon –recuérdese, por ejemplo, las contradicciones respecto al seguro de desempleo–. Pero hoy, en boca del máximo representante de las finanzas públicas nacionales, estas imprecisiones o ambigüedades añaden incertidumbre a un panorama ya de por sí complicado y, a la larga, socavan la credibilidad no del funcionario público que las profiere, sino de la institución a la que representa.

El ministro Thorne se suma, así, al mal hábito del presidente Kuczynski de brindar declaraciones precipitadas o contradictorias. Y si el peso vinculante de las palabras de cada quien es proporcional al poder de la oficina que ostenta, no está de más recordar que, para su alivio, a veces también es una opción ser dueño de sus silencios.