Ni Rony García ni Adriano Pozo pasarán un día en la cárcel. Ambos fueron sentenciados a penas de prisión suspendida.
El primero fracturó la nariz, arrancó a mordiscazos parte de la ceja y desfiguró a puñetazos el rostro de Lizeth Rosario Socla Guillén, más conocida como Lady Guillén. El segundo, completamente desnudo, a empujones y también de los pelos, arrastró por el pasadizo de un hotel a Cindy Contreras, quien denunció que previamente la intentó violar y ahorcar. Difícilmente estas líneas puedan describir la crueldad que mejor ilustra la fotografía con el rostro desfigurado de Lady Guillén o el video de Cindy Contreras corriendo por su vida. Pero ni una foto ni un video pueden condensar el sufrimiento que esas mujeres experimentaron, ni el dolor que posiblemente permanecerá con ellas toda su vida.
Lady Guillén y Cindy Contreras pueden al menos contar su historia. Nunca conoceremos por completo el padecimiento de María Ysabel Flores, acuchillada por su pareja en el vientre donde llevaba al hijo de ambos, a inicios de mayo. O el de Jazmín Atencio Valdivia, apuñalada por su conviviente luego de que este le reclamara una supuesta infidelidad en abril. Ni el de Marielena Chumbimune, cuya negativa a tener relaciones sexuales desató la locura de su asesino que la acuchilló hasta matarla hace nueve días.
Los recientes casos representan solo una pequeña muestra de los 54 feminicidios y 118 tentativas que se han reportado en lo que va de este año. Números que, si continúa la tendencia de violencia, seguramente superarán los del 2015, año en el que las tentativas de feminicidio (198) habían triplicado las de cinco años atrás (66).
La Defensoría del Pueblo reportó que el año pasado el 33% de las víctimas de feminicidio ya habían denunciado previamente a su agresor y el 81% de las sobrevivientes de tentativas de feminicidio advirtieron que habían sufrido amenazas previas por parte de sus atacantes (expedientes judiciales entre el 2011 y el 2015). ¿Cuál sería la verdadera tasa de violencia sostenida y reiterada si pudiéramos conocer los casos que no se llegan a denunciar? ¿Cuántos ataques seguirán reposando ocultos en los cuerpos de las víctimas?
Por eso, solo se puede sentir indignación al conocer que Rony García y Adriano Pozo recibieron penas por debajo del mínimo legal. Y vergüenza al leer la justificación de los magistrados, quienes, en el voto en mayoría del caso del primero de los agresores, afirmaron que “la clase de hecho punible nos hace concluir que no va a volver a cometer un nuevo delito”. Ellos confían en que el autor del delito “ya no volverá a cometer un nuevo hecho en perjuicio de la agraviada en razón que ya no existe relación entre ellos, viven independientemente… no ha vuelto a cometer un hecho ilícito”, y se imaginan la buena fe de los delincuentes, a la vez que ignoran la realidad no solo de sus víctimas, sino de todas las víctimas futuras que crean con el mensaje de impunidad envuelto en su sentencia.
La indolencia de los jueces de los casos de Lady Guillén y Cindy Contreras nos ha arrancado las vendas y arrastrado de los pelos hacia la cruda realidad. Una en la que siete de cada diez peruanas sufren algún tipo de violencia por parte de sus parejas, en la que el 89% de las víctimas de violencia familiar son mujeres, en la que el Perú ocupa el primer lugar de violaciones en América Latina y el tercer lugar de violaciones sexuales en el mundo.
Pero si la indiferencia de jueces sin juicio algo positivo ha provocado es la masiva reacción puesta de manifiesto en la convocatoria a la marcha #NiUnaMenos para el próximo 13 de agosto, en la que mujeres y hombres podremos decirles que no seremos más cómplices silentes de esta escabrosa realidad.