"Los recientes escándalos políticos relacionados al presidente del Consejo de Ministros y al ministro de Trabajo, Iber Maraví, y que hoy se ventilan en el Congreso, no deben motivar que se pase por alto la situación de otros ministerios a la deriva" (Foto: Ministerio de Cultura).
"Los recientes escándalos políticos relacionados al presidente del Consejo de Ministros y al ministro de Trabajo, Iber Maraví, y que hoy se ventilan en el Congreso, no deben motivar que se pase por alto la situación de otros ministerios a la deriva" (Foto: Ministerio de Cultura).
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Editorial El Comercio

Para cualquier ciudadano mínimamente atento, es claro que el gobierno del presidente Pedro Castillo está lejos de transmitir una sensación de solidez y orden interno. Incluso los más fervientes partidarios del mandatario coincidirán con tal observación. A las pullas en el interior del Gabinete liderado por Guido Bellido (e instigadas mayormente por el mismo Bellido) se suma la poca claridad en la visión de política sectorial en varios ministerios. En el Ministerio de Cultura (Mincul), sin embargo, la situación de desorganización encabezada por el ministro es bastante más pronunciada que en otros ministerios y ha llevado a la institución a niveles caóticos en apenas dos meses.

El ejemplo más sonado fue la arbitraria modificación de la delegación peruana que participaría en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, siguiendo la línea divisionista del ministro y que busca antagonizar desde la cultura peruana antes que unir. El caso, no obstante, es apenas una muestra de la errática política del que está llevando a diversos profesionales a apartarse de la institución.

En las últimas semanas, siete miembros de la Comisión Consultiva de Cultura del Mincul, incluidas la cantante Susana Baca y la historiadora Carmen McEvoy, renunciaron a sus posiciones. En su misiva, explican que su separación responde, entre otras razones, a que desde la actual administración del ministerio se promueve “un discurso estereotipado sobre nuestra diversidad cultural, que parece poner énfasis en la conflictividad y la existencia de grupos enfrentados”.

Quienes se apartan –o son apartados– del ministerio no solo son personajes externos, sino también profesionales claves de la propia organización. Pero la institución no parece apurada en solucionar la pérdida de personal capacitado. Durante semanas, los viceministerios de Industrias Culturales e Interculturalidad carecieron de cabeza. Hoy el primero lo ocupa Claudia Ruiz Canchapoma, exjefa de Asistencia Posinternación en el Programa Nacional de Centros Juveniles. Ella lidera interinamente también el Viceministerio de Interculturalidad. Otros directores de alto nivel y de larga trayectoria han renunciado también a sus posiciones, y estas no han sido llenadas. “Considero que la poca gente que se está quedando son unos héroes”, señaló al respecto José-Carlos Mariátegui Ezeta, uno de los renunciantes a la comisión consultiva.

El progresivo naufragio del Mincul tiene un responsable directo: el ministro Ciro Gálvez. Su falta de idoneidad para el cargo hace que otros controversiales nombramientos del presidente Castillo parezcan adecuados a su lado. No solo carece de experiencia en el sector y de conocimientos de gestión pública, sino que su retórica de confrontación y divisionismo hace inviable atraer al talento necesario para el ministerio y estructurar políticas razonables y sostenibles. Hace mal, en ese sentido, el presidente Castillo en identificar a sus opositores políticos como los responsables de la incertidumbre actual; ha sido más bien él mismo, en coordinación con Bellido, quien ha permitido que entren a lo más alto de la función pública personajes que solo pueden sembrar desconcierto.

Los recientes escándalos políticos relacionados al presidente del Consejo de Ministros y al ministro de Trabajo, Iber Maraví, y que hoy se ventilan en el Congreso, no deben motivar que se pase por alto la situación de otros ministerios a la deriva. El caso del Mincul no es el único –ahí está, por ejemplo, la situación por la que atraviesa el Ministerio de Transportes y Comunicaciones que comentamos hace varias semanas–, pero, por lo visto hasta ahora, esta es a todas luces la institución que más rápido se encamina al despeñadero. Menuda manera de rescatar “nuestra cultura contemporánea y ancestral”, como prometió el plan de gobierno de Perú Libre.