La tragedia clásica, que se desarrolló sobre todo en la Atenas del siglo V a.C., abordó muchas veces el tema del cumplimiento de un destino que, desde un principio, se adivinaba infausto o terrible. La suerte de héroes como Áyax o Edipo constituye un buen ejemplo de ello. De la misma manera asistimos ahora al cumplimiento de un destino no ya de un individuo empecinado en su capacidad de torcer lo ineluctable, sino el de toda una nación que votó por una alternativa que prometía rescatarlos de la debacle a la que justamente se ha encaminado.
Hasta este martes 30, Grecia debe pagar 1.600 millones de euros al Fondo Monetario Internacional (FMI) o entrar en ‘default’. La presidenta de este organismo, Christine Lagarde, ha declarado que no se le otorgarán más períodos de gracia al gobierno heleno. Si bien el lunes se logró un principio de acuerdo político para evitar el ‘default’, este aún debe ser ratificado por los ministros de Finanzas del euro, los líderes de las cumbres de mañana y el viernes, y, finalmente, por el Parlamento griego.
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, necesita convencer a su propio partido de que las reformas –que solicitan un ajuste del tamaño del sector público de 1,5% del PBI en el 2015 y de 2,9% en el 2016– son necesarias. Sin embargo, buena parte de la coalición de gobierno ve estas reformas como una traición a la promesa de acabar con la austeridad por la que los griegos votaron mayoritariamente.
Y es que, en contraste con las medidas de recorte del gasto público iniciadas en el 2010 cuando se descubrió el fraude en sus deudas estatales, Tsipras prometió la cuadratura del círculo: aumentar el gasto público, reducir los impuestos y mantenerse en la moneda del euro. La realidad, no obstante, ha obligado al líder griego a replantear sus promesas iniciales para mantener su economía a flote.
Es esta la realidad que ignoraron los anteriores responsables de la situación por la que atraviesa hoy Grecia. Por el lado de las finanzas públicas, el manejo respondió al interés por conservar las medidas populistas que ambos partidos mayoritarios –Nueva Democracia y Pasok– favorecieron. Por ejemplo, en las últimas décadas, el número de empleados del sector público creció hasta límites insostenibles. De 1970 al 2009, el número trabajadores estatales se quintuplicó, mientras que durante el mismo período el empleo en el sector privado creció en apenas 27%. Los salarios públicos, además, eran en promedio 50% mayores que los del sector privado. Estas políticas, unidas a generosos beneficios pensionarios y otras transferencias a la población, ocasionaron una deuda pública de casi 200% de su PBI (en el Perú esta asciende a aproximadamente 20% del producto).
Al mismo tiempo que el sector público crecía, el sector privado veía cada vez más trabas para desarrollarse libremente. Según el Foro Económico Mundial, el mercado laboral griego se ubica en la posición 125 de 140 países evaluados en cuanto a rigidez del empleo. La misma institución ubica a Grecia en el puesto 135 respecto a la facilidad para determinar los salarios. Las limitaciones del mercado laboral, la corrupción rampante, las regulaciones excesivas y la baja calidad de los servicios públicos determinaron que la inversión privada también se contraiga.
Con todo ello, Grecia se convirtió en un país en el que, de una forma u otra, los ciudadanos dependían cada vez menos de ellos mismos para mejorar su situación económica y cada vez más de las rentas que pudiesen extraer del gobierno. En vez de promover la generación de riqueza y la competitividad, las políticas públicas facilitaban la dependencia en el Estado y la posibilidad de vivir por encima de lo efectivamente producido.
Pero los sistemas rentistas de este estilo –a los cuales el Perú no ha sido del todo ajeno– no pueden durar indefinidamente. Finalmente, alguien –siempre– debe pagar por lo gastado. Y aunque los griegos hayan querido escapar a su responsabilidad votando por el partido político que prometía mantener el dispendio, su destino, así como en las tragedias de sus generaciones pasadas, los encontrará más temprano que tarde.