(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)
Editorial El Comercio

En el terreno político, no parece ser una persona particularmente locuaz. Así lo sugieren, por ejemplo, el silencio que, a pesar de las provocaciones, supo guardar durante las semanas previas a la renuncia de a la presidencia y la brevedad de su discurso ante el Congreso el día que juró como jefe de Estado.

Esa característica, sin embargo, no tiene por qué considerarse negativa. Mandatarios elocuentes ya hemos tenido y el torrente de palabras en el que solían envolverse al dirigirse a la ciudadanía sirvió sobre todo para cubrir una pobreza de resultados que nadie quisiera repetir, así que su naturaleza reservada bien podría constituir en este contexto una virtud.

En un momento como el actual, no obstante, la opinión pública está pendiente de datos que puedan alimentar su confianza en la administración que recién se inicia y quizás la única información que tiene a su disposición son algunos gestos del nuevo presidente (como las visitas al Hospital del Niño y al colegio emblemático Melitón Carvajal) o la conformación del Gabinete estrenado ayer.

Como un mensaje codificado, en efecto, algunos de los nombramientos ministeriales arrojan luces sobre la relevancia que Vizcarra puede estar pensando otorgarle a tal o cual criterio a la hora de gobernar, y que vale la pena tratar de interpretar.

El primer elemento de ese mensaje, por supuesto, es la selección del presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva. Una designación que ha de ser de gran importancia para el actual mandatario, pues ha insistido en ella a pesar de que el propio Villanueva había declarado semanas atrás que, habida cuenta de su protagonismo en las coordinaciones de la segunda iniciativa para vacar a PPK, no aceptaría un encargo así para evitar suspicacias.

Al estar dispuesto a asumir el costo de que su primer ministro luzca como un clásico político que niega una determinada aspiración para luego abrazarla, Vizcarra da noticia de lo valiosa que juzga su colaboración. Pero hay más. Villanueva representa, como él mismo, al Perú no capitalino y constituye, por otra parte, un funcionario que hace respetar sus fueros, como demostró en su anterior paso por la presidencia del Consejo de Ministros, cuando una confrontación con Nadine Heredia lo llevó a devolver el fajín sin miramientos. Y a los trazos de su perfil personal hay que agregarle la circunstancia de que pertenece a las filas de Alianza para el Progreso (APP), lo que anuncia un trabajo muy cercano con esa organización política y su bancada.

Un mensaje semejante, de otro lado, es el que puede intuirse tras el nombramiento del congresista Salvador Heresi para asumir la cartera de Justicia. Como se sabe, él es el secretario general de Peruanos por el Kambio, el partido oficialista, que se quejaba de haber sido marginado del gobierno, y su incorporación al equipo ministerial puede ser un guiño para indicar que eso ha cambiado a partir de ahora.

Son reveladoras también las elecciones de Néstor Popolizo para Relaciones Exteriores y David Tuesta para Economía. En el primer caso, se trata de un embajador de carrera que ya ha sido viceministro del sector, por lo que estamos aparentemente ante una determinación de continuar con el trabajo serio, profesional y alejado de la política que ha primado de un tiempo a esta parte en Torre Tagle. Y en el segundo, de un economista con experiencia en instituciones nacionales e internacionales; es decir, de un ‘técnico’ que invita a pensar que se respetará la prudencia fiscal. Aunque el tipo de recomendaciones que hizo en su momento la Comisión de Protección Social del MEF, que él integraba, para la reforma de la seguridad social obliga a permanecer atentos a sus iniciativas.

Igualmente ‘técnica’, finalmente, parece la opción de Daniel Alfaro en Educación, un economista con experiencia en el sector y comprometido con la certificación de la calidad educativa durante las gestiones de Jaime Saavedra y Marilú Martens.

Sobre las otras carteras, en general habrá que esperar para pronunciarse. Pero el mensaje hasta aquí promete una continuidad depurada y sin sobresaltos. Lo que no tiene por qué excluir el espíritu de reforma que hasta ahora ha brillado por su ausencia en el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.