El hombre que no lee –cada vez son más– es como una especie de planta silvestre que se desarrolla e invade el lugar de los demás. El hombre que no lee es retardatario, ni siquiera es mediocre, es el hombre atónito que por propia voluntad se aleja de las cosas del espíritu y tiene la rigidez de una piedra. El hombre que no lee lo pregona y hace alarde de ello. De cuando en cuando, y por excepción, da un vistazo a los periódicos, “a ver si hay un crimen” y nada más; lo restante no le interesa: noticias, política, economía. Él dice que eso no le sirve para nada.
H.L.M.