Con ocasión del reciente cumpleaños de Keiko Fujimori, los integrantes de la bancada de Fuerza Popular han grabado un video en el que danzan festivos al ritmo de un conocido tema musical. Dos cosas, sin embargo, han llamado poderosamente la atención en este homenaje a su lideresa. En primer lugar, la ausencia de Kenji. ¿Acaso él no está contento como el resto de sus colegas? Nada de eso. Según parece, el benjamín de los Fujimori ha estado sencillamente preparándose para su participación en el programa “¿Sabes más que un niño de primaria?”. Y Dios sabe que, a veces, ese adiestramiento demanda dedicación exclusiva.
La segunda curiosidad, en cambio, es más inquietante. De las 26 escenas de baile incluidas en el video, solo una muestra a un hombre y una mujer contoneándose. En todas las demás aparece un legislador o una legisladora danzando sin pareja (aunque hay también una escena, más bien báquica, en la que tres féminas se agitan alrededor de un caballero), en lo que constituye una desnaturalización de esa manifestación cultural, cara al hombre común. El baile es galanteo, seducción, mímesis –en última instancia– del apareo de macho y hembra en nuestra especie, y tergiversar su espíritu constituye una afrenta a la coreografía divina. A correr firmas, entonces, para cortar de raíz esta conspiración contra natura. ¡No pasarán!