Si bien es cierto que Evo Morales será reelecto este domingo en Bolivia, no por eso habría que pensar que se trata de elecciones donde todo está dicho: todavía está por determinarse si ganará con más de 64%, venciendo su propio récord histórico.
Y vaya que está determinado a ganarse a sí mismo. Solo en las últimas semanas lo hemos visto, por ejemplo, repartiendo propaganda electoral –incluyendo, en sus propias palabras, un CD “con la música del Evo”– en plena autopista y desde las cinco de la mañana. También jugando fútbol contra ex figuras del Real Madrid, y anotando (no podía ser de otra forma) un gol que sumó para el triunfo de su equipo (como tampoco podía ser de otra manera).
La necesidad de arrasar en las elecciones no es, por otro lado, producto de un capricho. No solo se justifica por la importancia de validar su algo excéntrica personalidad (que lo llevara a lanzar sus clásicos “comer pollo genera homosexualidad” o “tener relaciones con la Embajada de Estados Unidos es como una caca” y sus menos célebres pero igualmente iluminadoras “este presidente de buen corazón a todas las ministras les quita el calzón” y “por culpa de las novelas, hombres y mujeres nos ponemos ‘cuernos’”). También se justifica porque, dado que Evo está determinado a que esto de la presidencia le dure bastantes años más (por lo menos hasta el 2020), sacrificando en el camino la idea de alternancia de poder con la que viene la democracia, espera, al menos, contar con el amor del pueblo.