"Las recesiones pueden ser como incendios forestales, purgando la economía de la maleza para que puedan crecer nuevos brotes". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Las recesiones pueden ser como incendios forestales, purgando la economía de la maleza para que puedan crecer nuevos brotes". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Ruchir Sharma

La recuperación de Estados Unidos de la Gran Recesión cumplió 10 años, igualando la expansión estadounidense más larga desde la década de 1850. La recuperación global también cumplirá 10 años en enero, si dura tanto tiempo.

Pero ha habido pocas celebraciones, en parte porque las tensiones comerciales han frenado aun más el ritmo de la recuperación. Desde el final de la recesión, la economía ha crecido aproximadamente 2% al año en Estados Unidos y un 3% en todo el mundo.

¿Qué explica esto? Culpo a las consecuencias involuntarias de los enormes programas de rescate del Gobierno, que han continuado desde que terminó la recesión.

Antes del 2008, más fronteras comerciales abiertas y mejores comunicaciones por Internet promovieron un fuerte crecimiento al nivelar el campo de juego, inspirando al columnista de “The New York Times”, Thomas Friedman, a declarar que “el mundo es plano”.

Sin embargo, una vez que llegó la crisis, los gobiernos levantaron barreras para proteger a las empresas. El crecimiento regresó en una nueva forma lenta, ya que el dinero fácil apuntalaba a compañías ineficientes y les daba a las grandes empresas un acceso favorable al crédito barato, alentándolas a crecer aun más.

Si el mundo era plano y rápido antes del 2008, hoy es gordo y lento.

Los banqueros centrales habían esperado que las bajas tasas de interés estimularan la inversión, aumentando la productividad y aumentando el crecimiento. Pero un documento reciente de la Oficina Nacional de Investigación Económica muestra que las tasas bajas les dieron a las grandes compañías un incentivo y un medio para crecer.

A medida que las grandes empresas se hacen más dominantes, la vida se vuelve más difícil para los empresarios. Las nuevas empresas representan una proporción decreciente de todas las empresas en Gran Bretaña, Italia, España, Suecia, Estados Unidos y muchas otras economías. Estados Unidos está generando nuevas empresas, y cerrando viejas, a las tasas más bajas desde los años 70.

El BPI, el banco global que atiende a los bancos centrales, dice que las tasas bajas están impulsando el aumento de las “firmas zombies”, que no obtienen suficientes ganancias para cubrir sus pagos de intereses y sobreviven mediante el refinanciamiento repetido de sus préstamos.

Los zombis ahora representan el 12% de las compañías que cotizan en las bolsas de valores y el 16% en EE.UU., en comparación con el 2% en los años 80. Las compañías sobreviven en el “estado zombie” por más tiempo, agotando la productividad de las compañías saludables al competir con ellas por capital, materiales y mano de obra.

Estas, entonces, son marcas registradas del mundo gordo y lento: grandes corporaciones, menos competencia y menos nuevas empresas. Estas, en conjunto, socavan y ralentizan las economías ya obstaculizadas por la caída del crecimiento en la población en edad de trabajar.

Lo bueno del estímulo sin fin, si lo hay, es que las recesiones se han vuelto cada vez más raras. Solo el 7% de los países seguidos por el FMI sufrieron un crecimiento negativo el año pasado.

Una economía global gobernada por grandes compañías endeudadas parece lenta pero, en opinión de muchos comentaristas, también es muy estable. A pesar de que las guerras comerciales socavan el crecimiento económico, la mayoría de los inversores asumen que los bancos centrales acudirán al rescate.

Un mundo sin recesiones puede sonar como un progreso, pero las recesiones pueden ser como incendios forestales, purgando la economía de la maleza para que puedan crecer nuevos brotes. Últimamente, el ciclo de regeneración se ha suspendido, ya que los gobiernos apagan el primer parpadeo de una recesión venidera con cubos de dinero fácil y nuevos gastos.

Suponer que los bancos centrales pueden mantener la próxima recesión a raya indefinidamente representa una complacencia peligrosa. Con una ruptura repentina en la confianza, el daño será mucho mayor y los gobiernos pueden estar demasiado quebrados para detenerlo.

© The New York Times.
–Glosado y editado–