Con esta cortés locución se solía despedir en la lengua culta peruana a alguien que estaba por partir; al parecer está hoy en vías de extinción. En “El capitán Zapata”, Palma usa la variante aún más antigua velas y buen viento, refiriéndose a cierto personaje: “… en 1573 vendió la mina a una sociedad de vascongados, contrató en Arica un navío, lo lastró con barras de plata y... ¡velas y buen viento!” (Tradiciones peruanas completas, Madrid 1953, p. 150).