En Travesuras de la niña mala de Vargas Llosa se lee: “Lily se pasaba la vida […] contando unos chistes tan colorados que a las chicas del barrio las hacían comerse un pavo” (Madrid 2009, p. 13). Esta obsolescente locución verbal, que parece exclusiva de nuestra lengua familiar, se refiere al enrojecimiento del rostro, casi siempre de una muchacha ingenua. Su equivalente, el verbo empavarse, se usa hoy todavía menos.