Esta expresión familiar peruana sorprende por su anómala construcción. Véanse, sin embargo, estos usos de destacados escritores peruanos: “A otro lo vi subir demasiado feliz de la vida al carro [‘automóvil’] de una hembrita francesa…” (Alfredo Bryce, La vida exagerada de Martín Romaña, Barcelona 1995, p. 114); “Francisco se puso de pie y aplaudió un par de veces, feliz de la vida” (Jaime Bayly, Los últimos días de La Prensa, Barcelona 1996, p. 55).