Los mandatarios de Cuba y Venezuela, Raúl Castro y Nicolás Maduro. (Foto:AFP)
Los mandatarios de Cuba y Venezuela, Raúl Castro y Nicolás Maduro. (Foto:AFP)
Julio Borges

Fui miembro de la coalición opositora que participó en las conversaciones con el régimen de entre el 2017 y el 2018 en República Dominicana. Durante más de un año intentamos llegar a un acuerdo que pusiera fin a la profundización del caos en . Pero ninguna solución es viable mientras el país permanezca atado a .

Allí, el representante de Maduro en las conversaciones, Jorge Rodríguez, reiteró su deseo de que Venezuela recibiera el mismo trato que Cuba. Esta declaración dejó al descubierto la pretensión del régimen: una dictadura aceptada y que se sale con la suya, como la que Raúl Castro heredó de su hermano.

Pero Cuba es más que una inspiración y un modelo a seguir para el chavismo. La isla ha secuestrado a Venezuela y la tiene como rehén. Se están tomando importantes decisiones gubernamentales en La Habana, no en Caracas. Los tentáculos del régimen de Castro se extienden a varias instituciones gubernamentales venezolanas, incluidas las fuerzas armadas y las oficinas de inmigración y servicios de salud.

En un discurso en las Naciones Unidas en octubre, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, dijo que al menos 22.000 cubanos se han infiltrado en Venezuela, ocupando cargos importantes en agencias gubernamentales y en los servicios de seguridad e inteligencia.

La inextricable relación entre la dictadura de Castro y el régimen chavista comenzó hace 25 años, cuando Hugo Chávez visitó La Habana justo después de salir de prisión. Cuando el Muro de Berlín cayó en 1989 y comenzó el colapso de la Unión Soviética, Fidel Castro perdió a su gran benefactor económico. El ascenso de Chávez al poder en Venezuela le permitió encontrar un reemplazo. La relación entre los dos países se consolidó entre el 2004 y el 2014, cuando Venezuela experimentó una ganancia inesperada de petróleo.

Esta relación ha resultado lucrativa para Cuba. Entre 40.000 y 50.000 barriles de petróleo venezolano se envían a la isla diariamente, a pesar de que la producción petrolera venezolana ha disminuido más del 60% en los últimos tiempos.

Durante los años de auge, se enviaron a Cuba alrededor de 90.000 barriles de crudo al día, lo que representa US$9 mil millones al año. Algunos estiman que durante casi 15 años Venezuela ha subsidiado US$35 mil millones en petróleo a Cuba.

El país se endeudó aun más cuando Maduro compró US$440 millones en crudo extranjero y lo envió a Cuba entre el 2017 y el 2018. El problema, por lo tanto, no es una invasión potencial de Venezuela por parte de una potencia extranjera. Durante más de una década, Cuba ha sido un parásito que nos ha despojado de nuestros recursos.

Pero a diferencia de Cuba, no somos una isla. Tenemos fronteras terrestres, y nuestra tragedia se ha extendido por toda la región, agregando presión a los países vecinos. Para estabilizar la región y restaurar la democracia, debemos cortar el germen autoritario enraizado en Cuba y Venezuela. La democracia no puede ser restaurada hasta que los dos regímenes se desacoplen.

Maduro ha demostrado que no dejará el poder por su propia voluntad. Aquellos de nosotros que nos oponemos a su gobierno no estamos armados, ni buscamos derrocar violentamente a su régimen. Sin embargo, nunca aceptaremos la normalización de esta dictadura. Mientras Maduro permanezca en el poder, habrá más muertes, prisioneros, persecución y compatriotas obligados a emigrar. La comunidad internacional ha agotado su arsenal diplomático porque no hay precedentes en América Latina para una situación similar a la de Venezuela. Cuando llegue, la salida de Maduro será equivalente a la caída del Muro de Berlín para la región.

Los países demócratas deben ejercer también presión directa sobre La Habana para lograr un cambio en Venezuela.

El llamado de la Asamblea Nacional y del presidente interino del país, Juan Guaidó, a que Venezuela deje de enviar petróleo a Cuba es un primer paso. Las empresas que comercian con el petróleo venezolano deben cumplir si desean evitar sanciones secundarias derivadas de las que ya se impusieron contra nuestra empresa estatal de petróleo y gas, PDVSA, por parte de Estados Unidos. Por su parte, el Grupo de Lima debe garantizar que se lleven a cabo investigaciones previamente acordadas sobre corrupción y violaciones de los derechos humanos, que podrían involucrar a ciudadanos de sus países, así como a venezolanos y cubanos.

Finalmente, la izquierda internacional debe entender que los venezolanos no son víctimas de una sola dictadura, sino de dos: la de Maduro y la de Cuba.

–Glosado y editado–
© The New York Times