La parlamentaria andina Hilaria Supa pidió hace unos días a Frecuencia Latina que levante el programa “La Paisana Jacinta” por discriminatorio. La congresista no es la primera persona que piensa esto sobre el popular personaje de Jorge Benavides. Ni tampoco es Jacinta el primer personaje de este cómico que es materia de controversia. Ya en el pasado el mismo canal fue sancionado porque se consideró que el segmento “El Negro Mama” denigraba a las personas de raza negra.
Entiendo que, especialmente en un país ahogado en racismo, personajes cómicos como estos hieran la sensibilidad de muchas personas. A fin de cuentas, es razonable pensar que contribuyen a perpetuar estereotipos absurdos y retrógrados. Por ejemplo, que la gente de la sierra es tonta o que los negros son rateros.
Me llama la atención, sin embargo, que muchas de las mismas personas que se rasgan las vestiduras porque alguien refuerza prejuicios sociales contra serranos o negros apliquen una vara distinta cuando a quien se estereotipa negativamente es a alguien de clase acomodada.
Existe también un estereotipo negativo del limeño adinerado: el pituco. Un ser superficial, abusivo, insensible, hueco, atorrante, maleducado, ignorante y ridículo. Y difundir este estereotipo, como cualquier otro, es dañino. Nuestra sociedad se quiebra cuando algún estúpido le enseña a un niño que los serranos son tontos. Pero también lo hace cuando algún idiota le hace creer a otro niño que todas las personas con dinero son pitucas, pues alimenta una sensación de resentimiento e injusticia que le hace mucho mal al Perú.
No veo, sin embargo, que esto último sea usualmente criticado. ¿O acaso quienes le meten palo a Jorge Benavides por la Paisana Jacinta se lo meten también, por ejemplo, a Rafo León por la China Tudela? Reconozco que la representación de la Paisana es especialmente criticable porque toca el tema racial. Pero ambos son personajes ficticios que caricaturizan a un grupo para risa de sus consumidores y que así refuerzan la percepción negativa contra el mismo. Y debe existir conciencia de que cualquier estereotipo que aluda a raza, condición social, rasgos físicos o cualquier otra característica es dañino y debemos rechazarlo bajo las mismas razones.
Veamos un ejemplo de lo que sucede cuando pasamos estas cosas por alto. Hace unas semanas, la revista “Asia Sur” publicó una foto que decía “Asia Sur Cares for Venezuela”. Al segundo, la revista recibió un apanado en las redes sociales. Estos fueron algunos de los comentarios que recibieron: “Poseros de mierda, nadie les cree”, “pitucos hipócritas”, “¿no saben que en Venezuela hablan español? Cadena perpetua para esta gente” y “free Venezuela huevonaaaa”. Solo la gente de “Asia Sur” sabrá, cada uno dentro de sus corazones, qué tan sinceros fueron con su mensaje. Pero como se trata de una revista de vida social relacionada con las playas más “pitucas” de Lima y debido a que usó un mensaje en inglés, una enorme cantidad de personas asumió simplemente que se trataba de un grupo de niños poseros, huecos y superficiales. Y los trollearon sin vergüenza, reforzando el perjudicial estereotipo.
Los prejuicios denigrantes no solo son socialmente dañinos cuando se aplican a grupos marginados (aunque en esos casos su impacto pueda tener consecuencias mucho más graves). Son peligrosos de ida y de vuelta, independientemente de a qué grupo afectan. Todos hacen daño. Todos hay que rechazarlos. Todos nos fracturan.