El economista chileno Alejandro Foxley estuvo en Lima y nos dejó valiosos consejos con motivo de la celebración del medio siglo de actividad del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). El tema de su presentación, la “trampa del ingreso medio”, parecía particularmente oportuno para un economista que durante cuatro décadas ha visto a su país experimentar un milagro económico que lo llevó a niveles de ingreso promedio que podrían considerarse, efectivamente, de nivel “medio,” pero que desde hace varios años se encuentra luchando contra un enfriamiento. En lo que va del 2014, su crecimiento no llega al 2%. Mirando a Chile, parecía decir, los peruanos pueden ver algo de lo que será nuestro futuro.
Foxley, además, ha sido un protagonista excepcional de esa experiencia. Con la salida de Augusto Pinochet en 1990, Foxley pasó de ser un académico y crítico de ese régimen, desde su cargo como director de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (Cieplan), a ser el primer ministro de Economía de la nueva democracia, en el régimen democristiano, aunque sin dejar de lado la prioridad de la estabilidad fiscal y monetaria. Más adelante ejerció los cargos de canciller y senador.
Paradójicamente, un primer mensaje consistió en quitarle el drama a la temible frase “trampa de ingreso medio”. No es que los países que han avanzado entran a terrenos pantanosos que son más difíciles a lo que han venido venciendo. Más bien –dijo–, la “trampa” sería un problema de expectativas, como lo que le sucede al que trepa una colina, celebrando porque se acerca a la cima que es visible, pero que, cuando finalmente llega, descubre que esa no era la cima sino que por delante hay una nueva cuesta para seguir trepando. La forma de prepararnos para no sufrir decepción consistiría en tener presente que el camino para el desarrollo es largo y que, cada vez que progresamos, descubriremos nuevos retos, nuevas colinas para trepar por delante.
Un segundo mensaje fue igualmente sensato y evidente, apenas pronunciado. Si en América Latina nos desalentamos ante la lentitud del progreso, en comparación con otras regiones del mundo, debemos recordar que el desarrollo de nuestra región es particularmente difícil por su geografía y por el aislamiento de gran parte de su población, encareciendo grandemente la creación de la infraestructura que es indispensable para una economía moderna.
Una tercera lección fue echarle agua fría a las teorías y los planes. Más que esquemas –dijo–, el desarrollo es resultado de un proceso, es decir, de la resolución continua de las dificultades y oportunidades que se van presentando en el camino. Su opinión parecía venir directamente de las enseñanzas del economista Albert Hirschman, a quien citó más de una vez. Hirschman enfatizaba la casi imposibilidad de conocer el futuro. Luego de estudiar un conjunto de proyectos financiados por el Banco Mundial, aseguró que el diseño original del proyecto era lo determinante de sus resultados tanto como la posterior habilidad de gestión para modificar o adaptar el proyecto ante circunstancias no previstas.
Finalmente, también siguiendo a Hirschman, Foxley insistió repetidamente en la necesidad del optimismo, mensaje que comparto y celebro.