En poco más de una semana empieza en Lima la gran conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Será un foro en que los participantes se declararán alarmados por el peligro medioambiental que vive el planeta y por la necesidad urgente de medidas oficiales por salvaguardar la humanidad.
El mensaje será consistente con la idea, muy difundida, de que el mundo está empeorando en un sinnúmero de aspectos, y probablemente en general. Independientemente de lo que uno piense sobre el cambio climático, ese pesimismo choca con la realidad. Nunca en sus cientos de miles de años de historia ha vivido la humanidad tan bien. Y las últimas tres décadas han generado un progreso sin precedentes, especialmente para el mundo en desarrollo.
El profesor Steven Pinker, de la Universidad de Harvard, uno de los más destacados psicólogos del mundo, documenta que a nivel global, toda forma de violencia ha caído notablemente en los últimos dos siglos, produciendo el mundo más pacífico que hasta ahora ha conocido la humanidad. Y aun así, las encuestas muestran que la gente piensa que el mundo se ha vuelto mucho más violento.
Casi cualquier indicador –mortalidad infantil, alfabetización, pobreza, esperanza de vida, acceso a tecnología, nutrición, etc.– ha mejorado en los países pobres de manera inédita en las últimas décadas. Si todo está mejorando, ¿por qué tanto pesimismo? Según el profesor Pinker, se debe a sesgos emocionales y cognitivos que los medios acentúan.
Las personas tienden a sentir las malas noticias y las pérdidas de manera más aguda y por un período más extendido, por ejemplo, que las buenas noticias. Durante casi toda la historia evolutiva de los humanos, el costo de no reaccionar adecuadamente a una posible amenaza era muy superior al costo de sobre-reaccionar. En un mundo más seguro y próspero, esos costos han cambiado, pero nuestra manera de pensar no tanto. Pinker dice que esto implica que nuestra psicología actual es más sensible al peligro de lo que debía ser.
Hay una percepción que comparten muchos y esa es aquella de que ya no estamos viviendo en los buenos tiempos. Es un espejismo que la gente ha manifestado durante la historia humana. Esto también implica confundir cambios en la vida de uno con lo que ocurre alrededor de uno. A la medida que envejecemos y maduramos, nos volvemos más sensibles a los defectos del mundo y a posibles amenazas a la vez que asumimos más responsabilidades. La vida se nos dificulta en el plano individual, pero eso no quiere decir que empeora el mundo.
Pinker dice que, además, la psicología de la gente hace que compita por la autoridad moral. Los que critican son considerados más moralmente comprometidos que los que justifican. La gente también se identifica con “tribus morales”, de manera que hay razones poderosas por las cuales la gente piensa que el mundo está empeorando.
La brecha entre la percepción y la realidad del estado de la humanidad tiene explicaciones cognitivas. Una es que las cosas más memorables aparentan ser más probables. Y lo negativo y catastrófico es memorable. Por eso la gente se preocupa mucho más por accidentes aéreos, que son muy poco probables, que por las electrocuciones, que son mucho más comunes.
Dado que la prensa reporta las malas noticias y muy poco las buenas noticias –porque eso es lo que vende mejor– se magnifican todavía más las percepciones negativas que la gente suele tener acerca del mundo en el que viven.
A la hora de evaluar la condición de la humanidad, sus retos, posibles amenazas y respuestas a ellas, es prudente tener muy en mente los sesgos psicológicos que según Pinker explican un exceso de pesimismo en el mundo de hoy.