Algo de lo que se queja mucho en la actualidad el equipo que gobierna con Ollanta Humala y señora son las trabas de la inversión privada a causa del ruido político.
Esta situación se asemeja a cuando el médico al que acudimos nos explica, en tono convincente y sesudo, que el mal que nos aqueja se debe a una superposición de los conectores regresivos y la composición de las sustancias segregadas por el órgano. Aunque no faltan los pacientes preguntones, le creemos sin chistar. Admitimos que ha probado tener la capacidad de ayudarnos. En política, en cambio, la cosa es distinta. Justamente, el ejercicio sano de la ciudadanía implica desconfiar.
Sin mayores preámbulos, enfoquemos lo que es cada vocablo. ¿Qué es una ‘traba’? Es la acción que impide el desarrollo de algo o el desenvolvimiento de alguien. Centrándonos en el tema que nos ocupa, una traba no es una variable que explica la inversión. En el contexto económico, una traba haría que –pese a que las condiciones pudiesen ser favorables– la inversión no se dé.
En nuestro país abundan los entrabamientos. Así, existen las trabas por pretexto técnico (explicadas porque en determinada dependencia cierta opinión, autorización o reporte o bien no se da o, si se sucede, alude a razones técnicamente deplorables o pura ideología).
Sin embargo, existen además las trabas discrecionales (heredadas desde los tiempos virreinales): yo decido por mí y ante mí mismo. Y también las fiscales (angurria burocrática de la pura que bloquea todo lo que se mueve si el fisco pone o puede sacar algo). Y si percibe usted que esto es complicado, añada que se dan superpuestas. Se resuelve una y saltan otras en disciplinada secuencia. Un conocido destrabador enfatizaba: son pura ideología, ineptitud y, no pocas veces, corrupción estatal.
Ahora, ¿qué es ‘ruido político’? Podríamos capturarlo asumiendo que implica el efecto nocivo de perturbaciones políticas sobre el desenvolvimiento económico: protestas callejeras, exabruptos presidenciales, conatos congresales, etc.
Se sabe que en Suiza el ruido político es previsible y moderado. En cambio, en nuestro país no. Quien invierte acá asume que no está en Europa, que se enfrentará a riesgos políticos, regulatorios, legales, de seguridad, etc.
Sería una barbaridad conectar ‘traba’ con ‘ruido político’, a menos que el Ejecutivo se excuse achacando a esto último lo que refleja su propia inacción, como lo muestran los casos de Conga y de Tía María. Es decir, usar como coartada el ‘ruido político’ evidencia que el gobierno no tiene ninguna intención de cambiar.