El país latinoamericano donde las ideas liberales hoy día están más vigentes es, sin duda, Venezuela. Eso lo hemos podido constatar esta semana en Caracas un grupo de invitados de todas las Américas para celebrar el aniversario 30 del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice).
Las ideas que Cedice ha promovido durante décadas –la democracia limitada, las libertades económicas y civiles, el Estado de derecho– están cobrando una fuerza más pronunciada que nunca. Las protestas masivas y pacíficas que durante meses han liderado los estudiantes venezolanos representan solo el ejemplo más visible de esto. Como dice Mario Vargas Llosa, uno de los expositores en el evento, “el sentimiento de libertad […] ha renacido con una fuerza que es indetenible”. Y es el gobierno chavista de Nicolás Maduro que está logrando ese resultado.
Hoy Venezuela no es solo un estudio de caso de cómo no manejar un país, sino también comprueba la relevancia de los principios más básicos del liberalismo.
Uno de los más importantes es que en una sociedad libre las libertades civiles, políticas, y económicas se complementan. El gran intelectual venezolano Carlos Rangel reconoció esa verdad. Hace más de tres décadas, él advirtió acerca del peligro que representaba para la democracia venezolana el casi universal rechazo del mercado. El problema, según Rangel, era la “hipertrofia” del Estado y que “en Venezuela ni en años recientes ni en realidad nunca hemos tenido una economía libre”.
Como es bien reconocido por el pensamiento liberal –y regímenes autoritarios– el control de la economía es el control de la vida. Después de haber sido seducido durante décadas por la ideología socialista, los venezolanos ahora han aprendido esa lección. Y es así que el Gobierno Venezolano se convirtió en una dictadura – censurando la prensa, cometiendo abusos humanos documentados por Human Rights Watch y otras organizaciones, encarcelando líderes políticos de oposición como Leopoldo López, y violando arbitrariamente los derechos políticos y el debido proceso de los que piensan distinto.
En el camino, la intromisión estatal en todos los aspectos de la vida de los venezolanos ha producido otras lecciones. El control de precios ha generado escasez de productos básicos y colas largas. El gasto público descontrolado financiado cada vez más por la imprenta de billetes ha generado una inflación que llegará a por lo menos 70% este año. El control de capital, el rol predominante y no transparente del monopolio petrolero estatal y un sinnúmero de regulaciones nuevas han generado niveles de corrupción nunca antes vistos en Latinoamérica.
Al estar metido en mil cosas en que no debe estar metido, el Estado ha desatendido las funciones que según la visión liberal sí le corresponden. Por ejemplo, la seguridad ha desaparecido, convirtiendo a Venezuela en uno de los países más violentos del mundo.
Ante tales atropellos, los venezolanos han respondido con una dignidad, fuerza moral y energía. Eso es lo que transmitió Antonieta Mendoza de López, la madre del preso político, en una pequeña reunión acá en que se mostró optimista sabiendo bien que la causa suya es la causa de la Venezuela decente que valora la tolerancia, la honestidad y el emprendimiento. Como dice la diputada María Corina Machado, a mi juicio la política más importante del continente en este momento, “Venezuela cambió en tres meses” y si bien está lejos de ser una sociedad de libertarios, se ha despertado y está apoyando decididamente la libertad, “el valor supremo que hace posible todos esos valores”.
Si es otro país de lo que era al principio de año, como parece ser el caso, tiene algo que ver con la batalla de las ideas que ha liderado Cedice.