En el 2019 el Perú ha visto la destrucción de muchas de sus instituciones, organizaciones y hasta sentimientos. Y esto presenta la oportunidad, única, de empezar a construir un nuevo país. Veamos.
Construir un Estado. Aunque no lo parezca, en el Perú se acaba de producir la más grande rebelión contra la clase política desde la época de la independencia. La presión popular hizo cambiar el Poder Ejecutivo, propició el cierre del Legislativo, modificó las reglas electorales y puso en jaque al Poder Judicial. Los cuatro grandes poderes del Estado tradicional fueron puestos en duda.
Y por ello, en el 2020 queda comenzar a (re)construir un Estado que realmente guíe las acciones de nuestro futuro. Uno que haga funcionar la economía social de mercado, que evite sus distorsiones y que haga crecer las libertades democráticas.
Construir un sentimiento empresarial. Con la evidencia de la gran corrupción en algunas constructoras, los peruanos reaccionaron haciendo extensiva la crítica a todas las grandes organizaciones productivas. El año terminó así sin fuerza constructora, con un estancamiento del empleo adecuado, con un incremento de la informalidad, y dudando, como nunca antes, de todo su sector empresarial.
Toca entonces en el 2020 iniciar la (re)construcción de la fe en nuestro sistema productivo. Porque el país necesita del trabajo conjunto de empresas de todo tamaño, incluyendo quizás a un sector informal repensado, para incrementar el bienestar general.
Construir la autoestima nacional. Desde las grandes crisis del siglo pasado, con inflación, terrorismo y dictaduras, el Perú se sintió como la cenicienta de la región. Y fue así hasta el 2019 cuando, creyendo estar en su peor momento, vio que toda la región, Brasil, Argentina, México, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela, Nicaragua y hasta Chile, sufrió más.
Y por eso en el 2020 nos toca a los peruanos reconstruir nuestra autoimagen, pues resultamos ser más estables que aquellos con los que siempre nos vimos en desventaja. Hoy podemos construir autoconfianza, y contrarrestar el pesimismo que ha marcado a muchos de nuestros líderes y portavoces, al compararnos con otros.
En fin, en este comienzo de decenio, quizás debamos pensar que nuestros grandes problemas, destapes de corrupción, crítica a empresas e instituciones, y hasta crisis regionales, son parte de la destrucción creativa necesaria en algunos procesos de cura. Y que en el 2020 se nos presenta la gran oportunidad, quizás irrepetible, de comenzar a construir un nuevo país. Como cuando el invierno crudo da paso al gran florecimiento de la primavera.
Más que desearnos un gran 2020, prometámonos construirlo.