Hace poco asistí a una obra de teatro en que la protagonista se quejaba de su labor como reportera del tráfico en una radio. Ella decía que en Nueva York, la ciudad que sobrevolaba en helicóptero, la gente que conduce es muy poca comparada con la que se moviliza en transporte público y por ello sentía que su trabajo no marcaba una diferencia.
Tal monólogo me ha visitado con la insistencia de un claxon limeño y me llevó a hacer ciertas indagaciones que trajeron sorpresas. La primera –según la ONG Luz Ámbar– es que Nueva York y Lima tienen proporciones similares, pero la metrópoli norteamericana tiene 30 mil taxis y nuestra capital 230 mil. Aun si nos deshiciéramos de los informales, Lima tendría 90 mil taxis formales: el triple que Nueva York. Esta gran diferencia deja algunas conclusiones parciales: la importancia de un transporte masivo integrado que en Nueva York funciona mucho mejor que aquí, lo surrealista de que la actual administración de Lima no haya radicalizado la reforma del transporte en lugar de aminorarla y, ya en plan de anécdota, que en estos días no haya habido primeras planas celebrando que la línea 2 del metro de Lima ya inició su construcción subterránea.
Pero volvamos a los taxis. Con tantos circulando por Lima, podríamos pensar que somos uno de los países más motorizados del mundo. Al indagar sobre ello el resultado fue mucho más inquietante. Según un estudio del Banco Mundial del año 2010, San Marino ocupa la cima de la lista. Este pequeño Estado europeo tenía ese año 1.263 vehículos por cada 1.000 pobladores. Es decir, más motores que ciudadanos. Australia también aparece dentro de los diez primeros, con 723 vehículos por cada 1.000 habitantes. Holanda, aquel país del que nunca hemos escuchado problemas de circulación vial, tiene 528 vehículos por cada 1.000 pobladores.
¿Con cuántos vehículos aparece el Perú?
Con 73.
Namibia, Turkmenistán y Suazilandia tienen más vehículos por habitantes que nosotros y no parecen sufrir ese tráfico caótico que Discovery Channel mostró en Lima en su documental “Don’t Drive Here”. La conclusión a la que puede llegarse con estos datos es que nuestro país ha logrado hacer, con esfuerzo titánico, la gestión de tránsito menos estratégica del mundo. Es como si una triste mañana los políticos, los importadores de vehículos chatarra, los empresarios de transporte y las autoridades municipales de nuestro país se hubieran reunido en una habitación para leer estas cifras y luego hubieran exclamado: ¡Al carajo lo que ha hecho Holanda para tener una buena circulación a pesar de tener ocho veces más vehículos! ¡Hagamos plata incentivando la congestión de autos y, además, desalentemos a esa inmensa mayoría que quiere caminar, bicicletear y subirse a un bus y a un metro como transporte estandarizado!
La construcción de ‘by-passes’ y nuevos carriles para autos en nuestras ciudades versus la planificación integral urbana es la prueba más reciente de este razonamiento. Por eso voy a apropiarme de un símil que encontré hace meses expresado por un tuitero –@RocaVisited– y lo voy a transformar en un mensaje a Luis Castañeda y a quienes luego se sienten en su silla: si a usted le encontraran grasa en las arterias, señor alcalde, no iría directo al quirófano para que se las hagan más anchas.
Probaría un cambio en su forma de vida.
Pues eso es lo que necesitan nuestras ciudades.
* www.gustavorodriguez.pe