Cuando se dijo que el Perú ya no era una pirámide sino un rombo social (Arellano, “Al medio hay sitio” Ed. Planeta, 2010), hubo mucha sorpresa, pero hoy la evidencia lo confirma diariamente. En el próximo CADE, con la tónica más dinámica impuesta por Alfredo Torres, el centro de los intercambios serán los planes y programas del nuevo gobierno, el primero que empieza cuando la mayoría peruana no es pobre sino una población con bienestar creciente. Sería entonces muy adecuado que los “cadeistas” no olviden considerar en sus intercambios esta nueva composición del país.
En efecto, los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y, sobre todo, Ollanta Humala pusieron gran énfasis en la “base de la pirámide”. Así, muchos de sus programas, como Pensión 65, estaban dirigidos a aliviar las penurias de la inmensa cantidad de pobres y necesitados existentes.
Hoy, con la transformación social, las clases del medio del rombo necesitan básicamente acciones para asegurar el bienestar y potenciar el crecimiento que ya están teniendo. Así, más que ayuda directa agradecerían que el gobierno les provea cuatro aspectos: a) seguridad, b) menores trabas, c) facilidades y d) oportunidades para seguir creciendo.
Agradecerían primero que el gobierno les dé seguridad para conservar lo poco o mucho que ya tienen, y quieren tener la tranquilidad de que la delincuencia o la violencia no le harán perder el nivel de bienestar que han alcanzado con tanto esfuerzo. Verían también con agrado el que las autoridades disminuyan los trámites para la formalización de sus empresas, y que su lucha contra la informalidad no implique mayores trabas para el funcionamiento de los millones de pequeños emprendimientos privados como los suyos. Agradecerían, en tercer lugar, que se les den facilidades para crecer, por ejemplo que se construyan las carreteras necesarias para transportar sus productos y que se incentiven Internet y la telefonía accesible, que les permitan ampliar sus mercados al mundo. Y estarían muy reconocidas si en lugar de ayuda directa, que saben que es limitada, el gobierno les permitiera tener oportunidades nuevas, como el garantizarlas para obtener los créditos que necesitan o capacitarlas sobre nuevas técnicas productivas.
En fin, esa gran clase del medio quiere que el gobierno entienda que las últimas elecciones fueron un gran voto de confianza al sistema que, en base a su esfuerzo, le permitió sacar adelante sus negocios y sus familias. Y que más que le regale cosas y se comporte como un benefactor, espera que actúe como facilitador y socio de su crecimiento.
Todo ello por cierto sin dejar de apoyar a los más necesitados, para que un día también formen parte de esta mayoría.