Don Javier Pérez de Cuéllar hizo por el Perú mucho más de lo que los peruanos le hemos reconocido, pues fue el pionero del cambio de imagen de nuestro país ante el mundo. Veamos.
Permítanme primero contarles, como detalle personal, que entre 1988 y 1996 trabajé como profesor en el Departamento de Márketing de la Universidad Laval, de Quebec, Canadá. Aunque siempre tuve un trato muy amable de mis colegas, como tratan los canadienses a los extranjeros, permanentemente sentía que ser peruano era casi un estigma contra el que debía luchar.
¿Qué era el Perú en ese entonces para el mundo? El Perú era Sendero Luminoso, la matanza de los penales y la hiperinflación de siete cifras. Y si también era Machu Picchu, desgraciadamente nadie lo visitaba por las noticias sobre las bombas de Tarata o los muertos del cólera.
Pero, a poco más de un año de mi llegada, en 1990, todo cambió al recibir la invitación del rector de la universidad para asistir a la entrega del doctorado honoris causa al señor secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, el peruano don Javier Pérez de Cuéllar.
No sé si para mis colegas tenía alguna importancia que el secretario de la ONU fuera peruano. No sé tampoco si el homenaje hizo que cambiaran su opinión sobre sus conciudadanos (dos o tres peruanos, entre varios miles de docentes). Pero lo que sí sé bien es que allí cambió mi esperanza sobre el país. Porque me di cuenta de que, si a pesar de nuestras crisis, un peruano podía ser el número uno indiscutible por casi diez años en el más importante organismo mundial, todo era posible para nosotros.
Tiempo después, ya de vuelta al Perú, vi que eso empezaba a ser verdad, pues poco a poco más peruanos empezaron a ponerse en el sitio más alto del podio. El triunfo de Sofía Mulanovich en tabla, la belleza de Maju Mantilla en Miss Mundo, el reconocimiento mundial a Gastón Acurio y a la cocina peruana y, la cereza sobre el pastel, el Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, fueron, entre muchos otros, los símbolos de una nueva época.
Y todo cambió tanto, que hoy, a veces, ya sacamos pecho cuando nos preguntan de qué país somos. Porque somos primeros en crecimiento regional y en estabilidad económica, y primeros, o casi, exportadores de zinc, plata, cobre, plomo, paltas, espárragos o arándanos, entre varios otros productos. Quizás no sea mucho para regiones acostumbradas a ganar, pero para nosotros, que hace dos décadas estábamos en la cola del mundo, es motivo de inmenso orgullo.
Y ese camino lo abrió don Javier, cuando por dos períodos fue el primer ciudadano de todas las naciones. Lo entendí de manera especial al verlo en el homenaje de la Universidad Laval. Descanse en paz, Dr. Pérez de Cuéllar.