En nuestra sociedad hay una gran distorsión entre lo que se supone que es la opinión pública y lo que realmente piensa la mayoría. Esa situación se agrava por lo que bautizaremos como el síndrome del equeco, el síndrome de El Que Calla Otorga. Veamos.
Si tomamos una muestra de las portadas de los diarios, los titulares de los noticieros y la mayoría de las redes sociales, diríamos que los peruanos estamos hoy peor que nunca y que el COVID-19 ha destrozado nuestra moral. Pero las encuestas serias muestran que la mayoría de los peruanos reconocemos que hemos crecido mucho en bienestar con respecto a nuestro padres, y que si bien el COVID-19 nos ha golpeado, somos muy optimistas en una recuperación rápida. No se trata por cierto de un caso únicamente peruano, pues el estadístico sueco Hans Rosling, señala en su famoso libro “Factfullness”, que es usual que algunos analistas distorsionen hacia lo negativo los muy positivos datos del crecimiento mundial.
De la misma manera, al leer las noticias y comentarios sobre el sector empresarial, nos abruman las críticas sobre el mal servicio, productos defectuosos, precios altos o corrupción, y nos hacen pensar que los peruanos están en contra de la libre empresa. Sin embargo en las encuestas (poco usadas en las noticias cuando traen temas positivos) 4 de cada 5 peruanos declara que desearía tener su empresa (¿usted lo quiere, estimado lector?) y espera que hayan muchas más, que generen bienestar y trabajo.
¿Son falsas las noticias negativas? No, pues, por ejemplo en el tema minero, es cierto que hay ciudadanos que se oponen a las minas y tienen derecho a mostrar su inconformidad. Pero la amplia difusión de sus quejas no concuerda con el 80% de la población que cree que la minería es fundamental para la recuperación del país.
Y todo eso se debe al síndrome del equeco, pues si la mayoría se queda callada cuando algunos hablan en contra de la inversión productiva, de manera implícita les da la razón. Y pasa igual cuando las empresas se paralizan al escuchar la crítica contra las que se portan mal, dando a entender que ellas también son culpables. Cuando deberían más bien deslindar de las malas y exigir que se les castigue por su mal comportamiento.
Peor aún, ante ese silencio, los legisladores también interpretan que los pesimistas u opositores de la inversión y el mercado representan a las mayorías, y legislan para ellos, yendo en contra lo que la gran población piensa. Surge así un círculo perverso en donde todos pierden.
Ya es tiempo entonces que las mayorías expresen su posición, y dejen de otorgarles la razón a los pocos contrarios que sí la dicen. Ya es tiempo de acabar con el síndrome de El Que Calla Otorga.