No quiero ver el tazón tres cuartos vacío, el barril con hueco, el caño que gotea, ni que llueva sobre mojado, ni meterme con la decisión íntima sobre sus votos a pocos días de las elecciones; ya basta. Voten por quien quieran. Lo que quiero es subrayar uno de los pocos lugares comunes en todos los candidatos: todos están a favor de la vacunación masiva.
Los hay que discriminan a las chinas de Sinopharm y prefieren vacunas de otro lado, incluyendo las rusas de Gamaleya (lo que delata que no lo hacen por repudio a los regímenes comunistas sino por repudio a Sagasti); los hay desinformados que dicen que vacunarán este año a los 33 millones de peruanos sin reparar en que aún no hay vacunas para menores de edad en el planeta y el ‘target’ es de 18 años a más; los hay insidiosos que difunden documentos de supuestas compras privadas frustradas por el gobierno, a sabiendas de que estas modalidades aún no son viables ni en países que nos llevan la delantera en inmunizar a su gente; los hay que creen que la vacuna se puede complementar con la ivermectina y hasta con cañazo y sal.
Pero todos ellos aseguran que la vacuna es el arma más importante para combatir el COVID-19; todos ellos están por nuestra salvación como especie y como nación. Es un lugar demasiado grande y común, pero es algo para empezar, ¿no? Si algunos le dicen ‘genocida’ a Sagasti, con más ligereza que radicalidad, es porque su combate a la pandemia no detiene la escalada mortal. En primer lugar, fustigan su demora en conseguir lotes grandes para cerrar la brecha actual, y tienen razón.
Que algunos de ellos, como Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori (a través de su candidato al Congreso, Ernesto Bustamante) alentaran la desinformación que ha comprometido la compra de 2 o 3 millones de dosis de Sinopharm para cerrar la brecha de abril, no implica que estén contra las vacunas en general. López Aliaga dijo en el debate del JNE que el 28 de julio viajaría a EE.UU. para traer 40 millones de vacunas. Dejémoslo ahí con su ‘american dream’ inmunológico y a Keiko con su plan ‘Perú Abierto’ y sus ’70 mil pruebas moleculares por día’.
Lo realista es presumir que ese par y los otros saben que las vacunas estarán todas contratadas cuando elijamos presidente y, a lo sumo, lo que el sucesor o sucesora de Sagasti tendrá que hacer es asegurar los envíos y, quizá, firmar algunos nuevos contratos. Porque la gente quiere vacunarse, y ello lo demuestra, el ansia de saltarse colas e indagar por listados de elegibles. La preocupación por una corriente antivacuna masiva se desvaneció. Disculpen que me conforme con tan poco, pero quiero sentirme parte de una nación que se aferra a la vida, para ir a votar tranquilo.
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