"Sagasti ha decidido, por ahora, solo exponerse en mensajes a la nación y dejar a los ministros explicar las restricciones y encarar a la prensa". (Foto: Andina)
"Sagasti ha decidido, por ahora, solo exponerse en mensajes a la nación y dejar a los ministros explicar las restricciones y encarar a la prensa". (Foto: Andina)
Fernando Vivas

En su último mensaje, el domingo pasado, el no hizo ningún anuncio importante. “Pa’ que abres la boca, con… si no vas a decir nada; calla, h…”; exclaman irritados compatriotas, siendo su irritación un síntoma de la depresión, tal como me lo explicaba la psicoanalista Matilde Caplansky en una entrevista. Así estamos y no es para menos. Pero no se irriten ni depriman más pensando que no hay razones para estar así. Tolerémonos.

Pero Sagasti dijo algo que no fue un anuncio sino una explicación que nadie le exigió, una nota al pie del mensaje a la nación. Dijo que antes de la presente cuarentena se dio unos días de normalidad para que la gente regresara a sus lugares de origen y que se permitiría que los confinados salgan a caminar y a ejercitarse una hora al día.

La cuarentena ‘vizcarrista’ que arrancó el 16 de marzo del 2020 fue de una rigidez aplastante. En el camino, no se aflojó, sino que se endureció. , en sus conferencias de prensa del mediodía, citaba el número de detenidos con una morbosa satisfacción que me hicieron oler un tufillo autoritario. Se confirmaba que el enfoque de la era eminentemente represivo y no educativo. Por eso, siendo tan rígida la medida, la trasgresión y el descuido elevaron la tasa de contagio y muerte hasta ponernos en el top del ránking de mortalidad de la Universidad Johns Hopkins.

En una cuarentena, más importante que patrulleros y tanquetas, son los mensajes para que la gente asuma que tiene que evitar el contacto familiar, amical y laboral prescindible. Esa pedagogía no se hizo durante el vizcarrismo y tampoco se está haciendo ahora. Hay, ahora, una buena voluntad de evitar un enfoque represivo, pero falta a gritos montar un eficiente enfoque pedagógico.

Sagasti ha decidido, por ahora, solo exponerse en mensajes a la nación y dejar a los ministros explicar las restricciones y encarar a la prensa. No está mal esa división del trabajo, que protege su investidura; pero sí es necesario que el presidente se involucre con la pedagogía anti-, y convoque a participar en ella a privados, medios, academia y oposición.

Que el debate técnico y el ‘estrés de las cifras’ se concentre en muertes y camas UCI, revela cuán escaso interés ponemos y poca evidencia tenemos en temas de prevención. Por ejemplo, hace falta conocer el tipo de conductas más perniciosas y el tipo de situaciones de riesgo, para exponerlos en campañas didácticas y persuasivas. Que figuras conocidas las pongan en escena y/o den sus testimonios. Los hay de sobra, de los trágicos que dan miedo y de los imaginativos que dan tips para navegar a salvo en la pandemia. La batalla no se gana en la calle, sino en la cabeza de los irritados.

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