Como suele suceder cada vez que alguna figura prominente de algún grupo terrorista abandona la prisión, se ha desatado la histeria colectiva. En vista de que todo esto ha pasado antes y volverá a pasar, esta columna le trae los pasos del baile que debe seguir para ser parte de este popular fenómeno colectivo cíclico. ¡Únase al terruqueo! ¡Sea popular!
Para empezar, llénese de lugares comunes. Agite su puño al viento, como el abuelo Simpson, e indígnese contra la piñata de turno (¿Jueces? ¿Caviares? ¿CIDH? ¿Masones? ¿Reptilianos? ¿Todos a la vez? ¡Mucho mejor!). Manosee palabras como ‘sangre’, ‘asesinato’ y ‘víctimas’. Puntos extras si las mezcla con keywords como ‘marxismo’ o ‘izquierda’, así deja aun más en claro que a usted no le importan ni los asesinatos, ni las víctimas ni la sangre, sino la descalificación moral de sus adversarios ideológicos.
Invoque los indultos de la época pos-Fujimori (no se equivoque, eso significa Paniagua y Toledo; de los indultos de Alan, sí, de ESOS indultos, nada). Ya sabemos que esto no se trata de indultos, que los que están saliendo a la calle son gente no indultada, sino que ha cumplido su condena. No importa. Tampoco importa que haya sido precisamente Fujimori quien indultó más condenados por terrorismo que todos los gobiernos posteriores juntos. Ssshhh. Eso no se dice. Menos aun insinúe siquiera que los indultos del fujimorismo fueron correctos, que era gente injustamente en prisión, como comprobó el padre Lanssiers. Eso jamás. Eso sería cuestionar el desastroso sistema de juicios sumarios de los 90 y que es, precisamente, el origen de todas las victorias judiciales que ha obtenido el terrorismo desde que, en el 2000, el Perú regresó al orden legal internacional. Ya sabe: de todo eso, NADA. Usted solo repita “García Sayán” como lorito.
Imprescindible: difunda fake news. No aportan nada; al contrario, solo contribuyen a exacerbar más los ánimos, tanto del que las difunde como del que las desmiente. Esa es, precisamente, la idea. Ya se va dando usted cuenta de cuál es el ritmo de esta danza. No olvide terruquear al desmentidor. Esto es clave. Es muy importante terruquear, en general. Terruquear a todo el que no entre al baile. Terruquear a diestra y, sobre todo, siniestra. Quizás le parezca a usted que es muy ligero andar acusando a cualquiera de tener simpatías con el terrorismo, que se trata de una marca muy dolorosa para nuestra sociedad como para frivolizar así la palabra ‘terrorista’, que es muy bajo utilizar el dolor ajeno para demoler a una persona solo por una agenda política subalterna. Si usted cree eso, no lo dude: será terruqueado. Mejor terruquee usted.
El baile acaba cuando se ha diluido ya por completo el escándalo de corrupción de turno, usualmente vinculado al entorno fujiaprista, que pasó piola gracias a esta histeria. Cuando eso suceda, vaya por una cerveza, olvídese para siempre del terrorista liberado, guarde silencio sobre las razones de fondo de su liberación y espere a que se reinicie el baile. No tendrá que esperar mucho.