Los empresarios chicos, medianos y grandes podemos ver al COVID-19 como un apocalipsis al que debemos resignarnos, o analizar su real efecto y prepararnos para enfrentar sus consecuencias. Porque, además del sufrimiento de salud, un trato inadecuado de esta situación puede generar luego inmenso sufrimiento económico y social a millones de familias.
¿Es el COVID-19 un problema real de nuestra economía? Sin duda, pues a nivel externo el pánico ha afectado el precio de los metales que exportamos, la agroindustria y el turismo. Internamente, el efecto mayor es el de la cuarentena, decisión que nadie duda debe respetarse.
¿Compromete la cuarentena todo el 2020? Paraliza dos de las 52 semanas del año, aunque sin dañar infraestructuras o personas, como lo harían un terremoto, una inundación o una guerra. La capacidad productiva del país queda intacta.
¿Afectará a todos por igual? Afectará más a ese 50% del aparato productivo que está parado, sobre todo a transportes y diversión, cuyo tiempo es irrecuperable. Pero otros bienes, salvo el papel higiénico que hoy sobra en los hogares, deberían recuperarse, con un ‘hipo’ inicial, pues siempre se necesitará ropa, casas y movilidad. Afectará menos a sectores como alimentación, financiero y servicios básicos, que continuaron funcionando, y beneficiará a las ya imprescindibles telecomunicaciones.
¿Qué pasará con las exportaciones? Más que un mundo paralizado, lo probable es que todos los países quieran empezar a mover sus economías. Así, para hacer sus computadoras y edificios necesitarán los metales que no se exportaron, y si algunos envíos agrícolas se habrán perdido, la demanda por alimentos no parará. Y sufrirá más el turismo receptivo.
Por cierto, no todas las empresas de los sectores afectados la pasarán igual. De hecho, las que generen estrategias para adaptarse a la nueva demanda, paradójicamente, hasta podrían crecer.
¿Cuál sería el peor escenario? Ya en curso el control de la epidemia sanitaria, el peor escenario sería que las empresas se dejen llevar por el pesimismo, corten proyectos y paralicen operaciones indiscriminadamente. Porque ello generaría desempleo para las familias, menos impuestos y así menos recursos para educación y salud, sobre todo para los más pobres.
¿Y el mejor escenario? Aquel donde hayamos aprendido a cuidarnos como especie y comencemos a repensar nuestro sistema productivo y de consumo. Uno donde las empresas entiendan que el futuro será de quienes, sin dejarse llevar por el pánico, reaccionen de manera informada, creativa, lógica y responsable ante la naturaleza, la sociedad y el mercado. Y aprovechen mejor las oportunidades que otros no vean. Les deseo una semana con mucho optimismo.