¡Qué lechera es Keiko!, por Fernando Vivas
¡Qué lechera es Keiko!, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

Todo le está saliendo bien y, sin embargo, no se siente segura. Los raqueteros de la política le pueden robar su excedente de intención de voto si se vuelve una pagada de sí misma y baja la guardia. Ya le pasó una vez. Todo la condujo a la segunda vuelta, pero ahí la esperaron sus enemigos conjurados en nombre de una democracia que su padre deshonró mientras ella era primera damita educada con el desbalance del patrimonio paterno y manifestando discrepancias que no llegaron a mayores.

Pero es lechera porque, a diferencia de los rivales, tiene la prudencia para decir lo indispensable y la angurria para querer –con todos los poros de su cuerpo– ser presidenta. Y tiene mucho más de dos dedos de frente para calcular que, si no gira hacia el centro, se estanca en su ala de derecha popular. Y ya no le entusiasma ser, otra vez con su bancada, la ‘garante’ de la gobernabilidad.

Es lechera porque parece haber asimilado un par de lecciones básicas. La primera es tomar decisiones drásticas. Y dije ‘parece’ porque sus declaraciones en Harvard, vamos, no son nada del otro mundo. Cualquiera está a favor del aborto terapéutico; apoyar la unión civil es un tímido avance cuando tantos países tienen matrimonio igualitario; decir que la hace un diagnóstico positivo y que está favor de las reparaciones a las víctimas no es radical, es conciliador.

No, señores, las decisiones drásticas, si las hay, las conoceremos dentro de unas semanas, cuando veamos quienes se van y quienes los reemplazan. Si prescinde de una , de una Cuculiza, de un Becerril o del propio Kenji en lista o plancha (Aguinaga, por su relación con el tema de las esterilizaciones, ya fue), allí recién tendremos prueba de su ‘aggiornamento’. 

La otra lección todavía no la ha asimilado, pero creo que está en proceso de hacerlo. Keiko tiene una historia dramática para contar. Su núcleo duro espera que reivindique a su padre, que diga algo así como que no fue un dictador sino un ‘líder delegativo’ que cometió el ‘error’ de confiar en Montesinos. Pero, si nos sale con ese discurso, la puede y la debiera ganar cualquiera que pase con ella a la segunda vuelta.

El reto histórico y dramático de no es reivindicar sino redimir a su padre. Reconocer, sin ambages, los delitos del fujimorismo y mostrar cómo repararlos. Esa es una gran historia para cualquier campaña electoral en el mundo –hija busca redimir a papá presidente corrupto– y Keiko no quiso o no pudo encarnarla en el 2011. Si su equipo la ayuda a entrar a la segunda vuelta con esa poderosa y melodramática narrativa, y se libra de quienes no pueden o no quieren acompañarla en ese giro, sin provocar cismas; ahí sí la veo cerca de su meta.

Por ahora, todo es cálculo de tendencias con pronóstico reservado, conjeturas, ‘wishful thinking’, ‘antis’. Pero Keiko sí es lechera porque tiene el carácter para surfear en la campaña que se nos viene y porque tiene, dramáticamente hablando, una buena historia que contar. Y porque, con lo poco declarado en , ha logrado suficiente eco como para que se perciba que está en su giro al centro. Y, para colmo de su buena suerte, se le fue el pastor . ‘¡Good riddance!’ (¡de buena se libró!). Ese señor le clavó una agenda de odio religioso ajeno a su partido. Keiko estará cruzando los dedos para que otras joyas se le vayan de la misma incruenta manera. Y sus rivales buscarán descentrarla e inducirle cismas. ¡Nos entretendremos en esta campaña!