Hay una razón por la que en el 2014 Nadine Heredia y Ollanta Humala pusieron a la inexperta Ana María Solórzano como presidenta del Congreso: tenían los votos para hacerlo. Aquello salvó también a Pedro Pablo Kuczynski de un pedido de vacancia a fines del 2017. Y lo mismo puede decirse de cada decisión polémica –incluso arbitraria– aprobada en el hemiciclo. Son los votos, fruto de la paciente negociación, alianza, pacto o mera componenda, los que consiguen que las cosas “sucedan” en el Legislativo. Martín Vízcarra y Pedro Cateriano sabían que había que sumar votos, pero ignoraron que debían hacer el esfuerzo por obtenerlos: es decir, construir una base de apoyo parlamentario para lograr la investidura. Fallaron clamorosamente y los detalles son por todos conocidos.
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