Claro que vale que escojas tu fe. La religión, como la homosexualidad, no es natural. No hay un gen católico, ni otro evangélico (¡chúpate esta, pastor Rosas!). Es una construcción social, que se afianza junto o a pesar tuyo, que se convierte en parte de tu identidad y te hace más libre o más reprimido, más consistente o más inseguro, más feliz o más infeliz.
Yo no he escogido ser católico. Mi entorno me impuso esa fe. Fui bautizado cuando no tenía uso de razón, pero me revelé a los 10 años y no quise hacer la primera comunión. Sin embargo, nunca me consideré un ateo. Creo en Dios y, como me decepciona el clero, mi necesidad de comunicarme con lo trascendente se expresa en forma libre. El catolicismo es solo mi religión cultural o de referencia; es decir, no la practico y critico aquello que me parece anacrónico (por ejemplo, su homofobia, su celibato sacerdotal, su prohibición del sacerdocio femenino), pero recurro a su ritualidad y a sus símbolos cuando quiero dirigirme a Dios. Me persigno cuando estoy transido por algún miedo o emoción profunda.
Describo mi caso porque es masivo. El catolicismo se desfasó de las necesidades de mucha gente que ha buscado otras religiones o, más bien, las encontró sin buscarlas. La fe católica se aburguesó y alejó de la masa, se burocratizó al depender del financiamiento estatal, se enfrió al no involucrar a los fieles en sus ritos. ¿No es tonto bautizar a un infante de 1 año perdiendo la oportunidad de que sienta el rito a una edad mayor?
Las varias iglesias evangélicas, en cambio, usando una misma matriz cultural cristiana, han captado fácilmente a esa masa sedienta de fe. Proveen a sus fieles de emotivos rituales como bautizos acuáticos y misas en clave alta, crean redes solidarias para darles empleo y les cobran diezmos que los hacen sentir que la Iglesia es suya y no un ente ajeno. Ese diezmo, que suele ser el 10% de sus ingresos es visto, por cierto, como un ahorro (o inversión, si prefieren), por fieles emprendedores y en buena parte informales. Parafraseando a Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, en el Perú hay una ética evangélica asociada al espíritu de nuestro capitalismo informal.
Pero estos cultos no son la solución, claro que no. Haciendo la salvedad de que existen varias iglesias evangélicas, las que más adeptos tienen son las que se organizan en función de liderazgos autoritarios y carismáticos, promotores de fanatismos que no dejan espacio a la discusión. Algunas de ellas, como el Movimiento Misionero Mundial al que pertenece Rosas; son al catolicismo lo que el fascismo fue a las incipientes democracias europeas de un siglo atrás.
Tengo conocidos que han optado por menús religiosos a su medida, como el de ciertas vertientes del budismo, o que abrazan determinadas ideologías y filosofías, con una devoción religiosa. Bien por ellos.
Pero siento que al Perú le conviene una religión mayoritaria acorde a su diversidad y a su crecimiento; sino ninguna. Una fe que eduque y no imponga; que promueva debates alturados y no fanáticos; que impulse el crecimiento solidario, seguro y sostenible; que respete la laicidad del Estado y nos respete a las minorías; que no abomine de la sexualidad; que incluya y no divida como lo están haciendo católicos y evangélicos a raíz del proyecto de unión civil.