De la pantalla al gobierno, por Ricardo Vásquez Kunze
De la pantalla al gobierno, por Ricardo Vásquez Kunze
Ricardo Vásquez Kunze

Quien ha sabido hacer una transición perfecta del mundo de las candilejas de la opinología mediática al poder Ejecutivo es el ministro de Cultura, Jorge Nieto Montesinos. 

La perfección consiste en que simplemente desapareció de las pantallas. ¿Alguien lo ha visto pontificando sobre cultura en la tele (boring!)? ¿O sobre algún otro tema que no tenga que ver con su ministerio (¡Quinto mandamiento de PPK!)? Y, por lo tanto, ¿alguien le ha escuchado decir un día una cosa y al día siguiente otra para enmendar la primera? ¿Alguna agenda controvertida lo ha arrastrado a la picota por irse de boca? ¿Se ha comprado algún pleito que no tenga consenso mayoritario (¡Viva Pinglo!)? ¿Ha concedido alguna entrevista desde que juró el cargo? ¿Ha pisado el palito para salir a responder alguna opinión sobre su trabajo o los de su sector?

La clave del éxito para quien viene de una realidad que lo ha hecho conocido mediáticamente y pasa a otra cuyo perfil tiene que ver con el gobierno de un Estado es romper sin ambages con su pasado. 

Por ejemplo, nadie hubiera tomado en serio a Grace Kelly como princesa de Mónaco si hubiese seguido besándose para el cine con Cary Grant. La carrera política de Shirley Temple habría fracasado de haber continuado en el primoroso papel de Ricitos de Oro a la hora de cumplir con sus funciones de embajadora norteamericana. Y el sexy John Gavin no habría llegado muy lejos como diplomático y político republicano repitiéndose de semental pelo en pecho como en “Psicosis” de Hitchcock.

Es decir, si en nuestro caso el perfil de un ministro es hacer y el de un opinólogo hablar, el ministro que alguna vez fue opinólogo lo que menos debe hacer es seguir haciendo lo mismo que antes: hablar. Pues, entonces, la gente solo comprenderá que no hay diferencia entre el antes y el después, para desmedro del ministro.

Pero, ¿y entonces cómo se comunica lo que está haciendo o lo que va a hacer? No hay necesidad. A la gente no le interesa lo que vayas a hacer (durante la campaña ya escuchó suficiente de eso, ¿no creen?), sino lo que has hecho. 

Y como no se puede hacer mucho en mes y medio de gobierno, tampoco hay necesidad de comunicar por comunicar, como si no se pudiera vivir sin una cámara y un micrófono al frente. Porque, entonces, mejor el ministro se habría quedado como opinólogo, ¿verdad?

Son los medios los que no pueden vivir sin un entrevistado al frente, pero ese es un problema de los medios, no de los ministros. 

Ser un buen político significa saber cuándo aparecer y cuándo desaparecer. El ministro de Cultura está demostrando ser un buen político, lo que hoy ya es decir bastante para ser un buen ministro.