Había un precario pacto de gobernabilidad entre PPK y Keiko. Un tácito entendimiento entablado, a duras penas, entre los primeros segundones del país: Fernando Zavala y Luz Salgado. Él no podía exigir mucho porque no era el dueño del circo; ella no podía comprometerse a nada porque no era la dueña del mototaxi. Aun así, voceros, presidentes de comisiones y enlaces parlamentarios chambearon eficientemente en la delegación de facultades y la promulgación de leyes urgentes.
El pacto se ha roto con la moción de censura a Jaime Saavedra. Y es indispensable para el gobierno que se recomponga sin segundones y sin subterfugios. Cierro esto sin conocer el mensaje a la nación de ayer, pero ojalá que el presidente se deje de ‘blufear’ con la cuestión de confianza y no recurra al viejo truco de convocar a un gaseoso diálogo nacional para evitar tomar al toro por las astas: que llame a Keiko y punto.
Sin embargo, no creo que PPK deba jugar la carta del diálogo para convencer a Keiko de detener la censura. La súplica lo debilitaría y prolongaría la agonía del ministro. Que el fujimorismo asuma el costo político de una mezquina censura que tomó la corrupción como pretexto; que Saavedra se vaya con la cabeza en alto a recibir los desagravios que merece; y que PPK prepare sus armas y argumentos para el diálogo con Keiko.
Claro que los tiene. Por ejemplo: el Ejecutivo también puede hacer obstruccionismo al Legislativo amenazando de muerte presupuestal a los proyectos de ley de una Fuerza Popular que ni siquiera ha podido armar un gabinete en la sombra. El Ejecutivo, ¡caray!, bien puede afirmar con claridad y contundencia, con cifras y con resultados parciales, la necesidad imperiosa de reformas en educación, salud, justicia y lucha contra la corrupción y la inseguridad; creando a Keiko una imagen de intransigencia e insolvencia de estadista, si se resiste a dialogar y pactar.
PPK no puede arrinconar a Keiko en el hemiciclo con sus miserables 17 votos sumados a sus aliados condicionales del Frente Amplio; pero puede llevarla al terreno donde todo obliga y compromete.
Por otro lado, el pacto se rompió pero incluía una cláusula que ha quedado en pie. Recuerden que Zavala y su Gabinete juraron repudio a los Humala cuando obtuvieron la investidura. La presencia de Jaime Saavedra, como único ministro repitente, se hizo más difícil desde entonces. Les apuesto que el antihumalismo de los fujimoristas y la grita conservadora contra la educación sexual han sido razones más poderosas que la ley universitaria para explicar la moción de censura. PPK puede afirmar sus políticas de Estado y sus convicciones liberales ante una Keiko que hoy parece secuestrada por un conservadurismo radical.