"No veo el proceso de vacancia como un golpe a la presidencia porque ya hay poco que golpear allí".  (Foto: Presidencia Perú)
"No veo el proceso de vacancia como un golpe a la presidencia porque ya hay poco que golpear allí". (Foto: Presidencia Perú)
Fernando Vivas

Hace una semana, el miércoles pasado, dije aquí que PPK tenía que dar un paso al costado, que Meche Aráoz, o quien la sucediera en la PCM, debía liderar el Gabinete mientras el presidente se reducía a su mínima expresión. O sea, que nos volviéramos europeos de urgencia.

A las pocas horas, Rosa Bartra soltó la carta-bomba de Odebrecht y pensé ya no en un paso al costado, sino que PPK se fuera y cerrara la puerta detrás de él. La vacancia es extrema aunque legítima, pero la renuncia es mejor porque no le inflige a otras instituciones (Congreso y partidos de oposición) el costo político de disolver un presidente. La renuncia es menos dolorosa para todos y en primer lugar para el renunciante que, si piensa en la posteridad de los textos neutros (no la de las lecturas ideologizadas que hoy abundan), en la Wikipedia que ‘googlearán’ sus nietos quedará mejor ‘renunció en medio de una grave crisis política’ que ‘fue vacado por incapacidad moral’.

Por supuesto, muchos queridos amigos piensan que mejor es la vacancia porque le va a costar a los fujimoristas. Sí, pues. Aseguraron que no promoverían la vacancia y rompen su palabra. Perderán algunos puntos, pero todos perderemos más asistiendo a una vacancia efectiva o frustrada que viendo una renuncia. Esa actitud de ‘que venga el huaico porque fregará a Keiko más que al resto’; mmmmhhh, no va conmigo.

No veo el proceso de vacancia como un golpe a la presidencia porque ya hay poco que golpear allí. Me preocupó el ‘impeachment’ a Dilma Rousseff pero Brasil lo legitimó con la fortaleza de su justicia. Y esto me preocupa más: lo que sería un intento de golpear al Ministerio Público (MP) por el temor a que este devele algunas partes que estarían podridas de Fuerza Popular, sobre todo las relacionadas a su ex secretario general Joaquín Ramírez, investigado, entre otras cosas, por vínculos con poderes mafiosos. La estela de Ramírez parece más difícil de procesar que los probables aportes de campaña de Odebrecht.

Quiero pensar en Martín Vizcarra gobernando y pactando, renovando Gabinete y procesos fundamentales como la reconstrucción del norte y la delegación de facultades. Analistas y amigos oficialistas con quienes he conversado no le dan ni medio a ese sueño de equilibrio, pero déjenme ser optimista.

Con lo que no puedo soñar es con un presidente redivivo, pues no veo cómo pueda salir de esta. Al hombre simpático que mezcla negocios y política con genio y frescura, que se presume moderno aunque en realidad es la encarnación de prerrogativas bien viejas, le deseo que se defienda bien en los tribunales. Al tecnopolítico que usurpó el cuerpo de la presidencia y que apenas tiene signos vitales solo cabe, si no renuncia, desconectarlo.