Como deber democrático escribo esta columna al Gobierno, muy preocupado por su actuación frente al sector productivo en esta pandemia. Así, agradeciéndole su lucha por la salud de los peruanos, le pido reconsiderar algunas decisiones que podrían ser muy dañinas para el mañana del país.
Primero, le pido que entienda que más que la indisciplina, como se repite diariamente, el motivo principal de la desobediencia a la cuarentena es el hambre de las familias. Que si por dificultades operativas el Gobierno solo reparte la mitad de la ayuda, se entiende que la mitad de la gente no recibe nada y que para sobrevivir, desafiando cualquier prohibición, saldrá a trabajar. Y que al hacerlo no solo desconoce al Gobierno, sino que pone en jaque el principio de autoridad y la democracia que tanto ha costado construir.
Y le pido que reconsidere su relación con el sector formal, al que sin ayudarlo le exige ayudar a todos. Así, no da ningún bono a “ese 25% que tiene sueldo seguro a fin de mes”, porque la empresa se lo pagará. ¿Pero cómo podría la mediana textil pagar a sus obreros, y el pequeño restaurante a sus cocineros, si cierra por meses? El Gobierno se desentiende así de los ciudadanos formales y pone en riesgo el trabajo de millones de oficinistas, técnicos e ingenieros, que en sus salarios pagaron los impuestos con que hoy se ayuda a otros. Impuestos al salario, que se escucha, quiere incluso incrementar.
Y, entonces, preocupa que se destruya el impulso que hizo salir de la pobreza a la mitad de los peruanos. ¿Quién, luego de este ataque, querrá invertir, hacer empresa, crecer para competir o estar en planilla en el país? ¿Quién desearía ser formal? Retrocederemos 30 años.
Y por eso le pido también revisar las reglas de inmovilización de la producción, sobre todo no habiendo certeza de que esa sea (la única) forma de frenar el contagio. Ciertamente, hay situaciones duras en países como Italia o España, que nos asustan y hacen que los que podemos comer aplaudamos la inmovilidad. Pero también hay alternativas basadas en organizar, motivar y enseñar a cuidarse que funcionan en Suecia o Chile, que debieran estudiarse. Amputar es más seguro, pero sus secuelas son terribles.
Y estando de acuerdo con que use los ahorros para paliar los problemas actuales de todos, especialmente de los más necesitados, le pido entender que su responsabilidad es también reponerlos, para defendernos mañana. Mañana que, si se sigue el camino del gasto puro, de la paralización y del ataque a la formalidad, podría traer un virus más peligroso que el de esta pandemia. Que atacará sobre todo a los más pobres, a los que estoy seguro se busca ayudar.
Que tengan una semana de reflexión.
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